martes, 29 de septiembre de 2009

Más aborto


Alejandro Llano
comentaba hace días el "la Gaceta de los negocios" el sorprendente dictamen del Consejo de Estado sobre el proyecto de ley del aborto. Su artículo, ciertamente pesimista, es magistral. Y termina con una propuesta que ojalá encuentre eco en las conciencias de muchos.


Al fondo, la sede del Consejo de Estado

El
cantautor de moda se quejaba dramáticamente durante las últimas boqueadas del franquismo: “¡Estamos tocando el fondo!”. Con su canto, nos decía a la vez que andábamos peor que nunca, pero que ya quedaba poco. Ahora volvería a ser actual, aunque sólo con el primero de los significados: descendemos en la frialdad de las aguas, sin que el fondo se adivine a través de la oscuridad líquida.

He de reconocer que mis intentos de sumarme a las filas de los optimistas pertinaces sólo dan resultado durante unas pocas semanas. Siento enseguida que arrojan sobre mí un gran jarro de agua fría. Debo confesar que la noticia sobre el dictamen del Consejo de Estado acerca de la ampliación del aborto ha sido un duro golpe. Como último recurso, me he acogido a un humor patético. Es el cuento del boxeador que estaba sufriendo en el ring un duro castigo. Su manager, para animarle, le dice en el rincón: “No te ha tocado”. Y el púgil replica: “Pues vigílame al árbitro porque alguien me está forrando”.

Ya sé que el juicio del Consejo de Estado no es vinculante, y que todavía el Tribunal Constitucional puede invalidar esa ley. Pero, después de lo visto y oído, espero poco de nuestras instituciones jurídicas, cuya politización alcanza honduras en las que la división de poderes se convierte en una metáfora vacía de sentido. Y, por otra parte, el dictamen del alto Consejo no me desanima tanto por el contenido, sino –como diría un castizo- por el hecho. El hecho es que la opinión unánimemente favorable sobre una ley injusta la ha emitido una comisión en la que figuran un ex candidato a la Presidencia del Gobierno por la UCD y un ex ministro de Justicia; que está presidida por un jurista tan honrado y competente como Miguel Herrero de Miñón, candidato también en su momento a dirigir la UCD; y de la que forman parte profesionales del derecho que se han destacado en anteriores circunstancias por su oposición a otras leyes contrarias a la ética.

Después de la aprobación del “matrimonio” homosexual, nuestra Constitución está herida de muerte, porque semejante figura es incompatible con el espíritu y la letra de la ley fundamental. Resulta muy difícil que un paso tan errático pueda ser desandado. Y lo peor es que abre camino a otras tropelías parecidas. Con todo sigue en pie la realidad de que, en su sentencia de 1985 sobre la primera ley del aborto, el Tribunal Constitucional estableció la doctrina de que el nasciturus es un bien jurídicamente protegible, con lo cual no cuadra en absoluto la reforma propuesta ahora por el Gobierno.

¿Qué tendríamos que hacer los españoles discrepantes si finalmente se aprueba esta ley? No podríamos acogernos a la disculpa de que habrá sido un producto de la democracia. Porque, en este caso, nuestro sistema político se habría vuelto contra sí mismo. Y nadie está obligado a obedecer una ley injusta. Desde luego, habría que defender hasta el final la posibilidad de la objeción de conciencia por parte del personal sanitario. Pero, siguiendo la tesis de Hannah Arendt en Crisis de la República, aquí es más bien de aplicación la figura de la desobediencia civil. A diferencia de la objeción de conciencia, que constituye una respuesta personal, la desobediencia civil exige que sea adoptada libremente por una colectividad de personas. Miembros del gabinete socialista han presentado, en otros contextos, la desobediencia civil como un fenómeno catastrófico, pero nada hay más genuinamente democrático.

Cuando el sistema democrático falla por haberse plegado —en alguna de sus articulaciones— a una extrapolación del poder político, lo coherente es admitir que los ciudadanos que advierten la injusticia y no están dispuestos a tolerarla, desobedezcan pacíficamente la aplicación de tal ley. Lo cual, en este caso, no afectaría sólo a los profesionales de la sanidad, sino a todas las personas que estuvieran implicadas de algún modo en la práctica del aborto. La perturbación pública que esto pudiera llevar consigo es menos dañina para la democracia que el abuso de imponer a la sociedad civil una práctica que millones de personas, con argumentos difícilmente rebatibles hoy día, consideramos intolerable.

Alejandro Llano es catedrático de Metafísica

6 comentarios:

Ourense San Francisco dijo...

Una vez más gracias Don Enrique. Por desgracia me temos que además de pesimista, es completamente certero en el análisis de la triste situación institucional... La llamada a la desobediencia cívica es realmente interesante, ojalá que se un clamor cívico y civilizado que traiga la normalidad de vuelta.

Orisson dijo...

Me uno, don Enrique, al pesimismo y envido más: a la manifestación del 17-O han asegurado que van Güemes (el mayor financiador de asesinatos de no natos en España y abortista confeso) y Nacho Uriarte (también abortista confeso). Y eso, siendo algo surrealista, no es lo peor: los convocantes los presentan como "políticos comprometidos con la vida" y, aun peor, la gente de buena fe acudirá engañada a la impostura.

El fondo sí que se toca cada vez que un niño asesinado con la aquiescencia de la ley. Pero no se cumple lo de ir hacia la superficie.

Dios nos coja confesados. A Güemes y a Uriarte también.

Un saludo

Anónimo dijo...

Orisson, ten cuidado con las afirmaciones que haces. No es que Güemes financie abortos de su bolsillo, sino que TODOS los españoles los financiamos desde la primera ley del aborto en 1985. Tú, pagando tus impuestos, estás financiando abortos. Así que, menos tirar piedras fuera que aquí todos tenemos nuestra parte de culpa.

A mí me gustaría unirme a esa rebeldía cívica, si llega a haberla, porque no quiero pagar esos abortos con mis impuestos, puesto que no son un problema sanitario ni de salud de la madre ni de salud de nadie. Al contrario, en general es más peligroso para la madre abortar que llegar a dar a luz. Y de la salud del niño, ni hablamos.

Almudena dijo...

Yo no acabo de saber cómo se lleva a cabo la desobediencia cívica en éste asunto. Si es viable. Osea, qué hay que hacer. Si alguien lo sabe, por favor, que informe.

Orisson dijo...

Isabel Riñón, ¿cuál es la Comunidad Autónoma con mayor número de abortos? La Comunidad de Madrid ¿Y quién es el Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid? Güemes. Luego ¿quién firma y bajo su autoridad se pagan el 22% de los abortos en la Comunidad de Madrid (redondeando a la baja, 6000 asesinatos anuales)? Güemes.

Isabel Riñón, no difuminemos responsabilidades, por favor, que mi firma no está en ningún documento de autorización a ningún aborto y por mucho que busques nunca encontrarás unas declaraciones mías a favor del aborto.

Porque si no existe la responsabilidad personal entonces no existe el pecado original, ¿no? Pelagio ya lo decía y, vaya por Dios, se condenó su doctrina por herética.

Repito: el 17-O es una manifestación ABORTISTA.

Y me callo.

Un saludo

Anónimo dijo...

Orisson, no voy a discutir contigo aquí. No estoy de acuerdo con lo que dices.

Cada vida importa

Estos son los que organizan la manifestación y yo me voy a unir a ellos y animo a la gente a que se una también.