viernes, 11 de julio de 2008

Recuerdos demasiado personales de Gaztelueta (IV)



Don Wlado y las ventajas de la fantasía

Supongo que algún día habrá que escribir un libro sobre don Wladimir Vince, el primer preceptor que tuve en el Colegio y una de las personas que más ha contribuido a que no orientase mi vida por el camino de la delincuencia organizada.

Escribí en alguna ocasión que, cuando don Wlado me dijo que era croata, pensé que se trataba de una enfermedad, algo así como la diabetes, pero en más raro. El caso es que don Wado hablaba castellano mucho mejor que nosotros, y además de ser un maestro nato, escuchaba como nadie cuando le contaba cosas, y me tomaba tan en serio como si fuese una persona mayor. Yo sé muy poco de pedagogía, pero he procurado imitarle en eso, y no me ha ido mal.

Don Wlado un día me enseñó a hacer oración empleando la fantasía.

No he olvidado aquella conversación, entre otras cosas porque aún no me había acostumbrado a que un señor con corbata y traje gris cruzado hablase de Dios con el mismo tono y la misma naturalidad que gastaba para dar clase o para jugar con los chavales.

—Yo creo que ya eres bastante mayor para entenderme —comenzó—.

Estábamos paseando por el jardín frente al chalet con el Abra al fondo. Yo supuse que sí, que era bastante mayor… Lo menos tenía 12 ó 13 años.

—Mira, cuando yo era como tú, a veces me inventaba historias fantásticas y me las contaba a mí mismo por las noches. Por supuesto yo era el protagonista, pero había otros personajes, siempre los mismos, que sólo existían en mi imaginación. No sé si tú haces algo parecido…

Me salió un “sí” desmayado y vergonzoso.

—Luego, con los años uno va perdiendo la costumbre de inventar historias. Y es una pena. O a lo mejor las inventas como siempre, pero te da vergüenza reconocerlo.

—¿Por qué?

—No lo sé; pero es así.

Entonces don Wlado sugirió que nos sentásemos en un banco. Sacó una pequeña agenda del bolsillo y empezó a enseñarme lo que había escrito.

—¿Entiendes lo que dice aquí?

Al principio creí que era cosa de la letra, pero no…

—No te esfuerces. Está escrito en croata. Es el nombre de mi Ángel Custodio.

A continuación me explicó que el Custodio es como un amigo, al que podemos ponerle nombre e invocarle de vez en cuando: al salir de casa, al llegar al cole, antes de estudiar…

Creo que fue ese mismo día cuando me enseñó a “meterme” en las escenas del evangelio para convertirme en un personaje más. Me dijo que me “disfrazara” de pescador para ayudar a Pedro y a los otros apóstoles a sacar de la barca las redes llenas de peces; que agarrara fuerte las riendas del borrico si quería acompañar a María a casa de su prima Santa Isabel, y que no tuviera inconveniente en imaginar las caras de los demás personajes, incluso las historias de cada uno, y que hablase con Jesús y con la Virgen así, como si realmente estuviese con ellos en Israel.

—Es como inventar una novela. Sólo que el protagonista debe ser Jesús y no tú, ¿entiendes?

Fue probablemente la conversación más larga que tuve con mi preceptor. Me gustaría decir que le hice caso, pero no sería verdad. Muchos años después oí esos mismos consejos a San Josemaría, en Roma, que era, por supuesto, la fuente en la que bebió siempre Wlado. Pero, desde entonces, cada vez que trato de hacer mi oración así, y siempre que intento enseñárselo a la gente joven, me encomiendo a mi amigo croata, que ya está en el Cielo, y le pido que me dé un poco de su salero para hacerme entender y un corazón tan grande como el suyo.

Ya conté en otra ocasión que, cuando don Wlado dejó Gaztelueta, hubo consternación general entre los alumnos. Fui a verle y le pregunté por qué se iba. Aquel día que habló por primera vez del Opus Dei, de su propia vocación y de la alegría que le daba poder servir a Dios sin ponerle condiciones de modo, tiempo o lugar. Me dijo que, de todas formas, no nos separaríamos nunca, y concluyó con una enigmática frase:

—A mí me ha tocado el gordo de la lotería. Si alguna vez te toca a ti también, me escribes.

Unos años más tarde, cuando pedí la admisión en la Obra, Ignacio Forcada, un catalán entusiasta que andaba por Pamplona, me dijo:

—¡Es estupendo: te ha tocado la lotería!

Para entonces, ya había olvidado la charla con don Wlado, pero me vino de golpe a la memoria, y, por supuesto, le mandé una postal, en la que le decía sólo eso “Me ha tocado el gordo de la lotería”. Su respuesta, larga, cariñosa y llena de amor a Dios, me acompañó durante muchos años. Creo que perdí la carta en Madrid poco antes de ordenarme sacerdote.

Continuará

9 comentarios:

Historias del Metro dijo...

Se ha propuesto que se nos corra a todas sus lectoras el rimmell en el trabajo?????? snif!

Lucía dijo...

¡Qué pena que perdiera la carta!y¡Qué suerte conocer a gente tan estupenda!

Anónimo dijo...

Don Enrique es muy lindo todo lo que cuenta gracias!!! nos ayuda mucho!

Anónimo dijo...

si!! la llamda a la Obra es ganarse una verdadera loteria!!pero tiene una diferencia la alegria que te produce nunca se acaba!

Anónimo dijo...

D. Enrique estoy de acuerdo con historias de metro.
A mi hoy se me ha puesto la carne de gallina.
Siga escribiendo , es un placer leerle.Nos ayuda muchisimo

Nuevepornueve dijo...

como lo que le diría no puedo decirlo aquí, elegiré el camino de la insustancialidad y seré pedante y tocanarices....¡¡se le Ha colado una errata!!
GRACIAS D ENRIQUE, es Ud. un CRACK

Pd. Me llevo a mi madre mañana al Sur, una semanita a casa de mi hermana, la que se casó "con" Ud. Trataré de sentarla conmigo un dia para que le escriba algo. Y le enviaremos fotos del niño, que creemos va también -de momento- hacia la delincuensssia organissada!

Anónimo dijo...

D. Enrique, Le digo lo mismo que anónimo: siga escribiendo porque nos ayudan mucho sus historias; tienen mucha miga.
Gracias por hacer posible este blog.

Altea dijo...

Seguro que a Don Wlado, al recibir la carta, le hizo ilusión que se acordara de aquella conversación.
Entre otras cosas, claro.

Anónimo dijo...

Me emociona su historia y su forma de contarla. Sólo quería hacer un énfasis, la lotería que gano no es el Opus Dei sino el llamado a dar su vida por Dios y por su iglesia a través de la Obra del Opus ( que es la que le corresponde mejor). Digo esto por un comentario escrito, para aclarar que lo importante no es la obra y San José María, sino Dios. Dios hecho hombre, Dios que escogió a San Pedro para fundar su iglesia. Dios que escogió San José María para fundar la obra para que esta ayudé a la iglesia a crecer gracias a sus carísimas. Como eligió a San Francisco de Asís en su época para fundar a los Franciscanos.