Son huracanes de fuerza y dirección variable. Vienen eufóricos, melancólicos, agresivos, tristes, alborotados, huraños, silenciosos... A veces parecen místicos; pero no hay que confiarse: el viento cambia de dirección cada mañana y el aire cálido se vuelve gélido en un minuto.
La única forma de estar siempre a su lado es quererlos tanto que no necesitemos entenderlos. Ellos tampoco se comprenden a sí mismos, por eso buscan ayuda (o la rechazan según los días).
¡Quién fuera un buen meteorólogo para ver venir cada huracán y encauzarlo en la mejor dirección sin tratar de detenerlo!
Pido perdón a los lectores: ya sé que que esta entrada no se entiende muy bien. Hablo de esos seres encantadores que llamamos adolescentes.
Estoy pensando en una niña que hace tres días me hablaba de la Virgen con pasión y lágrimas, y esta mañana, cuando le he propuesto asistir a un retiro, sólo me ha dicho seis palabras:
—Es que..., creo que soy atea.
Sólo lo cree; así que la cosa puede tener remedio. Quizá la culpa sea de los exámenes que acaban de empezar. El lunes veremos.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
sábado, 18 de octubre de 2008
Adolescentes
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Yo estoy también en esa etapa ( con adolescentes )y muchas veces me parece que soy yo la que no me entiendo a mi misma. Ya dicen que la adolescencia es una etapa en la que los padres se ponen un poco raros, je, je.
Excelente descripción de los adolescentes, me acuerdo como si fuera ayer jaja. Un día místico a más no poder y otro no tanto. Ya me imagino el pobre cura sufriendo sin saber qué pensar. A veces es difícil quererles, muy buena entrada!
"La única forma de estar siempre a su lado es quererlos tanto que no necesitemos entenderlos". Es preciosa esta definición, don Enrique.
¡Huy, qué va! Precisamente cuando llegan los exámenes es cuando a uno (y a una) le da por rezar. Incluso por pasarse por la iglesia cercana una hora antes de cierto examen.
Luego, si te he visto no me acuerdo.
Perfectamente descrito, D. Enrique. Tal vez porque tengo cuatro en plena efervescencia. Cuando eran pequeños parecía que iban en un pack y ahora cada uno de ellos es un puzzle por montar.
Me ha gustado mucho y creo que lo voy a escribir en un folio y lo colgaré en la puerta de la nevera:
"La única forma de estar siempre a su lado es quererlos tanto que no necesitemos entenderlos". Observo que Jesús Beades también lo resalta.
Gracias por ayudarnos en estos menesteres.
Publicar un comentario