Casi te quedaste sin palabras al ver que había reconocido tu voz. A mí me ocurrió lo mismo al comprobar que, en efecto, eras tú con tu vocecita cantarina de los 15 años.
Lo cierto, Rocío, es que no me olvidé de ti durante este tiempo. A los pocos días de tu escapada hablé de nuevo con tu madre. Me dijo que volverías, que no me preocupara, que ya había anulado las tarjetas que le quitaste y que sin dinero no aguantarías mucho.
Aquella conversación me dejó un pésimo sabor de boca. Dos o tres años más tarde tu madre volvió a telefonearme. Estaba sola; su amigo se había ido para siempre. No quise indagar más.
Me contó entonces que vivías en Bélgica "o por ahí", que te habías casado con un italiano llamado Carlo; pero tampoco estaba muy segura de esto. Sólo me pedía que, si tenía noticias tuyas, te pidiese que regresaras a casa.
Han tenido que pasar 20 años y aún me resisto a creer que haya corrido tanto el tiempo.
—No he vuelto sola —me dijiste por teléfono—.
—¿...Carlo?
—¿Quién, ése? ¡No! Carlo no es nadie. He venido con mi hija, que tiene 4 años y quiere conocerte.
—¿Estás con tu madre?
—No. No volveré a esa casa. Mi madre no sabe que estoy en Madrid.
Quedamos en vernos en el Vips de Velázquez. Tú impusiste el lugar, la hora y la merienda. Allí me contaste tu historia frente a un café con leche. ¿De verdad quieres que la escriba? Cabe en cuatro palabras: alcohol, pastillas, cocaína, prostitución...
Mientras me hablabas yo te miraba a los ojos tratando de descubrir a la niña que conocí en 1988. De vez en cuando aún saltaba una chispita en tu mirada; pero no vislumbré el menor signo de arrepentimiento. Simplemente estabas harta.
No contaré más. Es todo muy triste y muy sucio. Sufriste e hiciste sufrir a demasiadas personas, y al fin, hace un par de meses, te escapaste de todo y llegaste a Madrid con diez mil euros en metálico de procedencia no muy clara. Ahora vives en casa de "unos amigos" y estás dispuesta a trabajar "en lo que sea".
—¿Por qué me has llamado? —te pregunté de pronto, interrumpiendo la narración de tus aventuras—.
Levantaste la vista. Se te humedecieron un poco los ojos y yo me acordé de aquella mirada asustada del hospital hace ya tantos años. Contestaste en voz muy baja:
—Quiero que bautice a mi hija.Hasta mañana.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
viernes, 31 de octubre de 2008
El regreso de Rocío (II)
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12 comentarios:
Que sí, que sí, que a esta chica algo le queda. Necesita un pelín más de tiempo y alguna que otra cosa más. Ahí estamos.
todas estas historias tienen un origen muy temprano. me desespera ser testigo impotente de esos comienzos turbios. Mª Jesus me riñe mucho para que crea y espere contra todo pronostico..... ayyy. Mañana a la misma hora. saludo fuerte
Algunas mujeres no son capaces de hacer por y para ellas mismas lo que sí son capaces de hacer por y para sus hijos, quizás por falta de autoestima, no sé. Probablemente el amor a su hija saque de ella lo mejor.
Buff... la verdad es que ayer no imaginaba que la historia iba a tomar estos derroteros. El final de "la entrega" de hoy me deja alucinada. Por un lado es un pequeño resquicio de esperanza, o de lucidez... Por otro lado, pobre chica... Qué heridas debe de arrastrar...
Hubo un tiempo en que creía que podía enfrentarme a vidas así. Hoy, no sé por qué, he debido de perder fuerza, o algo de ingenuidad, porque sólo se me ocurre rezar por ella, por su niña, y por la gente que, como usted, Dios ha puesto para que sea acompañada.
De todas formas, si se puede hacer algo, ayudarla de alguna forma (aparte de la oración), a mí me encantaría, de verdad...
Se le puede ayudar a buscar un trabajo, quizá se le puede ofrecer la amistad...
Coincido con Altea, a Rocío (y a todas las Rocíos) hay que echarle mil manos para tirar para arriba. Si se ve que ella quiere, aunque ni ella lo sepa. Lo dicho, aquí estamos.
Eva
Si ayer bromeaba con su entrada por lo de tenernos a todos en vilo... hoy me estruja el corazón saber que hay personas que sufren tanto en la vida, cuando Dios no quiere eso para nosotros.
Me uno al comentario de Dn Enrique de que eres Tú, Rocío la que escribirá el final de la historia y también me uno de corazón al comentario que te ha hecho nuevepornueve yo también lo veo así, pero no habría sabido decírtelo ni tan claro, ni tan bonito, ni con tanto corazón.... se nota que es madre!!!
Los hijos son el "motor más fuerte" de la vida. Probablemente, garcias a ella, recupere la esperanza de que hay una vida mejor, feliz y serena.
A veces es más fácil saber qué es lo mejor para los demás que para uno mismo. Buscando el bien de su hija encontrará el suyo. El bien, como dicen es de suyo difusivo (algo así)
Pore cierto, el blog de Ricardo ha vuelto. O Ricardo con el blog.
Es viernes!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Obviamente, buscó en usted algo más que el Bautismo para su hija...
Creo que el de Arriba, le ha preparado un encargo muy especial...
Igual que Él confía en usted...supongo que a usted le toca lo mismo, y a la inversa, el encargo promete, a mi, personalmente no me cabe duda de que está a su altura.
Esta historia, está llena de mi palabra favorita: ESPERANZA.
Un abrazo
¿Y cómo encajarían aquí las promesas del Bautismo que hacen los padres en nombre del niño que se bautiza?
Craka...
Estas historias a uno le parten el alma. Sólo queda la esperanza que Dios otorgará según su infinita misericordia.
Parafraseandole a Ud. "Qué grande es ser cura", aunque a veces duela un poco, no?
Rocío: Esa es una buena idea, si señor!
Y como resulta que mañana y pasado celebramos mas que nunca la GRANDEZA DE LA COMUNION DE LOS SANTOS... A veces se nos olvida, pero estos días el calendario juega a nuestro favor: los que estamos aún por aquí abajo TENEMOS TANTISSSSSIMO PODER....¡a usarlooooooo!
PD. Me tomo como un piropazo que Anonimo haya pensado q soy madre...¡Aunque me hubiera encantado serlo....!
Bendita semilla, que dura 20 años.
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