Cuando publiqué este artículo aún no existía el euro; pero he preferido dejarlo así sin traducirlo a los nuevos tiempos monetarios.
Pongamos que se llama Cristina. Estudia 1º de carrera, y durante casi media hora estuvimos hablando (pedaleando, diría ella) sobre la libertad, la entrega, el compromiso, el amor, el matrimonio y la vocación. Creo que Cristina no tenía más problema que el miedo, un cierto pánico —tan corriente por otra parte— a atarse. Sin embargo, ella aseguraba que yo no la entendía.—No puedo comprometerme con nada ni con nadie —concluyó—. No tengo derecho a perder mi independencia. Quiero ser libre.
—Libre, ¿para qué?
Me miró como si de pronto descubriera en mí a un peligroso fascista.—¿Para qué? ¡Para todo! Necesito ser libre. ¿Usted no?
—Sí. Por eso te he preguntado que para qué. Te lo digo de otra forma: ¿cómo piensas gastar tu libertad?
—¿Gastar…?
Aquí le propuse una especie de parábola.—Imagínate que alguien te regala diez mil pesetas para que hagas con ellas lo que quieras. Tener ese dinero es gozar de bastantes posibilidades. Puedes comprar dos o tres libros, una entrada para el cine, una comida en el mejor restaurante, un pantalón vaquero…
—No se pase —me interrumpió—. Diez mil pelas no dan para tanto.
—Por supuesto. Quiero decir que con dos mil duros puedes elegir entre incontables caprichos; pero podrás comprar uno, dos a los sumo. Por eso, si sólo tienes ese dinero habrás que pensar con calma en qué te lo quieres gastar.
—¿Y eso qué tiene que ver con la libertad?
—Algo tiene que ver. Dios ha concedido a cada uno infinitas posibilidades de elección: eso es la libertad. Algo así como un fajo de billetes que por sí no valen nada —son sólo papel—, pero que dan la capacidad de escoger diferentes productos. Cuando uno tiene diecinueve años, como tú, su capital de libertad probablemente es grande. Quizá tengas por delante cuarenta años de libertad de movimientos y veinte más de libertad condicionada por la artritis. Como eres joven y lista, aún eres libre para ser médica, ingeniera, militar o bombera; pero no todo al mismo tiempo. Además puedes casarte con cuarenta o cincuenta chicos (al menos eso crees), pero con todos no: sólo con uno. Si te empeñas, todavía alcanzarías una medalla de oro en alguna olimpiada…, pero si te dedicas al deporte deberás renunciar a mil caprichos. Eso es la libertad: un cheque donde Dios ha escrito una cifra, pequeña o grande, pero que, en todo caso, sólo vale cuando se gasta. Entre tanto es sólo un papel. Por eso te he preguntado en qué piensas invertir tus diez mil pesetas de libertad.—Y si quiero conservar el cheque…
—Te lo acabarás comiendo. La libertad no se nos da para ponerla en un marco, sino para que la inmolemos voluntariamente por amor.
—Eso es absurdo…
—Absurdo sería lo contrario: es de locos tratar de conservar un talón para mirarlo y remirarlo; tener siempre todos los caminos abiertos y no tomar ninguno, hacer colección de cheques para sumar cifras que no significan nada.
—Pero ¿no es eso lo que quieren todos, conservar el billete cuanto más tiempo mejor…?
—Quizá; pero no deja de ser un poco tonto. Porque el dinero se devalúa y la libertad también. Hay avaros de libertades como los hay de papel moneda. Unos y otros acarician su mercancía, sin darle salida, y al final se les deshace entre las manos. “Son almas que hacen barricadas con la libertad —escribió de ellos San Josemaría—. ¡Mi libertad, mi libertad! La tienen, y no la siguen; la miran, la ponen como un ídolo de barro dentro de su entendimiento mezquino. ¿Es eso libertad? ¿Qué aprovechan de esa riqueza sin un compromiso serio, que oriente toda la existencia?”
—Pero también puede una ir gastando su libertad poco a poco, sin entregarla de golpe…
—Eso es cierto. Uno puede gastar su vida picoteando pequeños placeres, pequeños amores, pequeños compromisos, y reservarse siempre algo… Es una opción. Pero los que la siguen suelen comprobar al cabo de los años que su independencia se ha convertido en soledad, que han gastado su libertad en escoria. En cambio los que tuvieron la generosidad de comprometerse, los que invirtieron su libertad en un amor grande, descubren que siguen siendo libres, más libres que nunca…, precisamente porque se ataron al único bien que jamás esclaviza.—Eso sí que no lo entiendo.—Mejor que yo lo dijo Pedro Salinas en un poema:
Dame tu libertad. No quiero tu fatiga,
no, ni tus hojas secas.
Ven a mí desde ti,
no desde tu cansancio de ti (…)
La quiero
para soltarla solamente.
No tengo cárcel para ti en mi ser.
Tu libertad te aguarda para mí.
La soltaré otra vez, y por el cielo
veré como se marcha hacia su sino.
Si su sino soy yo, te está esperando.
Cristina se quedó pensativa.
—Esta bien eso… ¿Por qué no me lo escribe en un artículo, me lo pienso, y seguimos charlando?
—Aquí está.
13 comentarios:
Oro líquido este artículo. Además, con "la que está cayendo" es sencillo trasladar la "parábola" a la depreciación del capital "ahorrado" y no bien gastado. Como publicista "deformada", saqué una conclusión parecida el otro día al ver el spot ese de "porque el dinero es lo que hacemos con él". La libertad sólo es una "potencia" hasta que la usamos. ¡El secreto es saber usarla bien!
Por otro lado: ¡qué grande Salinas! (Pedro, no Julito, jejejejeje) Gracias por traérnoslo!
Lleva mucha razón, pero tiene que entender que un/a joven de 1º de carrera tiene pocos ejemplos de entrega generosa a mano. El ambiente y todos sus aliados más bien te muestran lo contrario, o mejor dicho, te incitan descaradamente a lo contrario. Tiene suerte de poder aclarar las ideas, quien sabe quizá esté dando a esos jovenes una tabla a la poder agarrarse para que no se los lleve la corriente.
la pena es que esto se ve a "toro pasado"... cuando las 10.000 solo son 60 euros
Casi casi me he enfadado con el comentario de Luis. Todavía no sabe que lo he leído, pero a mí su ´post me reveló lo contrario. Por aquella época de las 10.000 pesetas, una de mis mejores amigas se enfadó conmigo y ¡hasta ahora!; la causa es que yo había conocido a Luis y mi amiga me echaba en cara que yo había cambiado mucho. No podía creer que yo, siempre tan rebelde, hubiera cambiado tanto; efectivamente estaba gastando mis mil duros, había descubierto qye aquella compra merecía la pena y los gasté todos y no me arrepiento, la vida me ha dado muchos más.
Un saludo María Jesús
Lo bueno es que encima no la gastas, la libertad -me refiero-, sino que te das cueta de que la tienes más que nunca. Cuando gastas tu libertad, la tienes más en tus manos que cuando la atesoras como un avaro.
Mucha razón tiene. La libertad sólo sirve cuando se entrega libremente. La vida se gana cuando se pierde. Dios tiene un sentido del humor bastante refinado.
Había una adivinanza que me viene a la mente. Seguro que todos la conocen:
"Cuando se tiene, no se puede dar. Y cuando no se tiene, no hay más remedio que darla. ¿Qué es?"
Supongamos que, cada mañana, te encuentras 1440 euros... puedes... regalarlos...
http://es.youtube.com/watch?v=yKHHyB9XlOQ
Me enseñaron que la libertad es como una pirámide al revés: Al principio en que no eliges la base es ancha y tienes muchos campos pero a medida que eliges y te vas haciendo más libre, menos campo de elección tienes.
Muchos piensan que la libertad es hacer lo que te da la gana...sin enbargo, cuanto más te "abandonas" a la gana...más esclavo eres.
Libertad es voluntad...y abandonarse es precisamente, todo lo contrario.
Según su post...hacer lo que a uno le da la gana, sería "derrochar"...y "elegir en qué quieres gastar tu libertad", sería como "hacer una inversión".
Como toda inversión, cuesta muchas veces ver los frutos...a veces, ni los hay, pero todo el tiempo que ha transcurrido en medio al menos "has vivido"...con la idea de llegar a una meta.
Eso es lo que yo pienso...y en ello estamos.
Un saludo
No, no y no. Lo siento pero por ahí no paso. Vale, es verdad que las diez mil pesetas las debes gastar en algo que elijas, algo bueno y grande, y esa es la libertad, para darla.
Pero luego están mil pequeñeces al día en las que quieres hacer "lo qu7e te dé la gana", sin que nadie te mande, y eso también es libertad.
Que no me venga nadie diciendo que hacer lo que te dé la gana no es libertad, porque si no llegaremos a la conclusión de que tal libertad no existe. O que sólo consiste en escoger la cuerda a la que quieres exclavizarte: el bien exclaviza tanto como el mal.
A veces parece que Dios nos da dos botones para elegir. Somos libres. Ah, pero sólo para pulsar el botón correcto. En cuanto pulsamos el otro, el que queremos nosotros, vienen quincemil personas incluyendo tus padres y el cura (con perdón) a decir no, no no, ése no era...
¿qué libertad es esa...?
nonoyno: no me hagas decir lo que noynoyno he dicho por ninguna parte. ¿De acuerdo, noyno?
Ya se ve que estás enfadado.
No hay mayor libertad que hacer las cosas porque te da la gana. Eso no es incompatible con ser libre. Lo incompatible es coger cosas que a la larga o corta, te van a hacer esclavo.
El egoismo, la soberbia, la pereza etc etc, no te hacen libre. Te pueden compensar de momento (por algo nos tientan), pero a la larga te hace repelente, engreido, pesado y sobre todo te quedas solo. Eso no es ser ni feliz ni libre. Es ser en el mejor de los casos débil.¿Y si quieres ser débil no eres libre? Pues no, eres débil o cobarde o tonto incluso. Esto último si nos empeñamos creo que nos sale genial.
Creo que no se puede ser libre si no se sabe usar la libertad. Primero hay que tener claro que tenemos un camino que recorrer, una clase de vida nuestra que vivir. Nuestra vida que es única e irrepetible. Está ahí lo que tenemos es que vivirla. Cada uno tiene que hacer lo posible en descubrirla, que no es fácil, y una vez intuida usar la libertad para alcanzarla.
Si no quieres usar la libertad, no realizarás la misión para la que has sido creado, no serás tu sino una caricatura de ese tu informe que no llega a nada. Y por no ser lo que debería ser, sufre.
Esas cualidades que se te han dado, reclaman ser usadas, esos sentimientos que aunque no quieras los tienes y cada vez con más fuerza, se quedan en un foso y se amargan, esas ilusiones cada vez más se convierten en frustación... etc,etc.Y vendrán otros y querrán usar tu libertad en su interés y te convertirás en una marioneta. Aunque el hombre siempre puede implorar a la Virgen para que saque virtudes que quedan en el rescoldo de su tibieza. ¡Y funciona!
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