Cuando viene a verme por primera vez un chico o una chica de bachillerato, es corriente que no sepa de qué hablar ni por dónde empezar. Lamentablemente hay muchos que nunca han hecho un sincero examen de conciencia. Cualquiera diría que jamás se han preguntado qué es lo que está bien o mal en su vida ordinaria.
Por supuesto, el sismógrafo de la conciencia moral sigue funcionando; pero con frecuencia no saben cómo explicar lo que les ocurre. En estos casos, a veces les propongo una especie de juego para romper el hielo y, de paso, para ayudarles a conocerse a sí mismos un poco mejor:
—Yo te digo una virtud o un defecto y tú pones nota de 0 a 10. ¿Vale?
—Vale
—Ten en cuenta que, si digo un defecto, cuanto más alta sea la nota, peor te ves. Y si digo una virtud, será al contrario. ¿De acuerdo?
—De acuerdo.
Comienzo por lo más sencillo:
—Generosidad
—Un 9.
No falla. Todos se dan sobresaliente en generosidad aunque nadie se atreva a llegar al 10. Sin embargo, a la hora de concretar, casi nunca saben en qué son especialmente generosos.
—Envidia.
—Un 3.
Nadie es envidioso. Los envidiosos son siempre los demás.
—Pereza.
—Bueno, depende...
—Sinceridad.
—Un 8
En estos casos, hago una pausa. Miro a mi interlocutor con asombro y acabamos por reírnos los dos:
—¿Lo dejamos en un 5?
—Bueno, un 5.
—Soberbia.
—No sé. ¿Qué es la soberbia?
Me lo preguntó alguien hace unos días, y yo se lo expliqué a mi manera. El chaval escuchó con atención y declaró convencido:
—Entonces, un 10. Soy muy soberbio, porque en el fondo soy superhumilde.
A saber lo que quería decir todo eso. Una quinceañera ya había respondido casi lo mismo:
—Oye ¿se puede ser presumida y humilde? Pues yo soy eso.
Al final del juego, siempre les pregunto lo mismo:
—¿Cuál crees que es tu mayor virtud y tu mayor defecto?
—Lo bueno es que soy guay con mis amigos —me dijo ayer una chiquilla—. Lo malo, que me fío de todos y no se lo merecen.
—Y tu... ¿eres de fiar?
—¡Claro...!
—Me alegro, porque yo también lo soy.
Como veis, los chicos son encantadores, pero hoy, igual que muchos días, regreso a casa un tanto abrumado. ¡Tenemos tanto que hacer! ¡Hay tanto camino por delante! Y el cura no puede limitarse a señalar la dirección con el dedo; debe ser un caminante más, aunque tenga que pasar cada año la edad del pavo.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
jueves, 23 de octubre de 2008
El juego de conocerse
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
Jejejeje qué bueno
Habría que ver las respuestas de un adulto a las mismas preguntas...a mi me da que el síndrome de la edad del pavo, del todo, no se pasa.
Guardo la idea para los chicos de confirmación...
Un saludo
a vivido Vd. tantos pavos que no se quien podrá sorprenderle
Se puede ser muy soberbio y a la vez humilde: confirmado. Del mismo modo que un prepotente lo que tiene muchas veces es una inseguridad como un piano...
Muy interesante el 9 generalizado en generosidad. Me lo creo. ¿No vivimos una sociedad donde cada uno piensa en sí mismo?
ja,ja,ja...Si parece una entrevista de trabajo. Hacen lo mismo!
Acabo de recordar lo que me dijo un adolescente de unos 35 años, la frase no tenía desperdicio:
"Si quieres te pido perdón, soy muy humilde"
Publicar un comentario