viernes, 30 de noviembre de 2007

9 poemas para una Novena


La Novena de la Inmaculada es una gozosa cuenta atrás.

Cuando se acerca un acontecimiento importante, ¿quién no está pendiente de los días que faltan para que llegue?

Las mujeres que van a dar a luz llevan sus cuentas mejor que las de la compra. Los presos, al final de su condena, marcan en la pared de la celda el paso de las semanas que les separan a la libertad. Y cuando se aproximan la vacaciones, la fecha de la boda, el final de la carrera, el regreso de una persona amada…, todos tratamos de convertir las semanas en días, los días en horas, y las horas en minutos. Así nacieron las Novenas.

Dentro de 9 días celebraremos la Solemnidad de la Inmaculada. Si me hubiesen encargado predicarla en alguna iglesia —hace años lo hacía siempre, y ahora lo echo de menos—, no sacaría ninguno de los 163 guiones que aún conservo para estas fechas. Tal vez leería un poema cada día.

El problema es que hay cientos dedicados a Santa María. ¿Cuál elegir?

Empecemos con esta primera “Cantiga” de Miguel D’Ors:

Qué música tus manos, fina corza
del mayo más intacto, qué gesto de azucena,
qué iluminada crece la hierba donde pisas.

Eres la tesorera del silencio,
el sauce que se inclina a toda pena;
eres la que se queda fuera de las palabras;
sólo un nombre ojival puede nombrarte:
madre del pan de trigo, sí. La sombra
de una sonrisa tuya iguala a mil cerezos,
y es que hasta tu sandalia nazarena,
alondra cristalina, arpa de lágrimas.

Vienen del siglo XIII los mejores
ruiseñores y minian tu aleluya.

También aquí mi boca con sus costras,
mi voz, acostumbrada a hurgar entre basuras
con hambres vergonzosas,
intenta un vuelo azul y esta ramera rancia
también te dice Salve.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Alguno de los ocho días restantes podremos leer un poema suyo?? seguro que tiene varios dedicados a Nuestra Madre. Este es muy bueno pero no exactamente de un hijo a su madre.