miércoles, 7 de noviembre de 2007

Felicidades


Se me enfada Pascalle si doy más datos; pero no puedo terminar el día sin dejar constancia en el blog de que hoy ha cumplido años alguien a quien quiero mucho.

El 7 de noviembre de 1983. Estábamos en Madrid y yo le pregunté si quería que le regalase algo por su cumple. Me dijo que sí: que dejara de fumar.

Apagué el pitillo, regalé las cuatro pipas que tenía, y hasta hoy.

Los de Bilbao somos así.

10 comentarios:

Juanan dijo...

Ole

Ludmila Hribar dijo...

Ja... me recuerda a mi tía que fumaba de más...un dia llega a casa y dice que? cuanto aumentaron los cigarrillos? ah no, no fumo mas y nunca más fumó! Y no es de Bilbao ;)

Anónimo dijo...

Uf, dejar el tabaco, qué difícil lo veo...casi imposible. Será porque no soy de Bilbao; aunque, como soy del norte, y mi sangre está mezclada con la vasca (¿por eso tendré RH negativo?, hmmm, no lo había pensado)a lo mejor encuentro yo también esa fortaleza...
Temo que no, que tengo una predisposición genética a esta adicción (mi padre, en coma, hacía el gesto con las manos de fumar, sin cigarrillo claro). Lo de la predisposición genética es una buena disculpa contra mi falta de fuerza de voluntad.
Olé por usted, eso es fortaleza. Soy una mujer a un cigarrillo pegada (por más que mi padre me dijera que era horrible ver a una dama siempre fumando, que eso era propio de cabareteras, jaja).
Uf, no sé si lo lograré alguna vez. Seguro que me da por comer, y creo que le temo demasiado a la gordura.
Un afectuoso saludo.

Benita Pérez-Pardo dijo...

Eso sí que es un regalo!!. Aunque no hubiera estado mal verle fumar en pipa...

Benita Pérez-Pardo dijo...

Por cierto, felicidades también al cuemplañero/a.

Adaldrida dijo...

¿A quién le regaló las pipas? Yo le pirateo la foto: no se lo pregunto porque me dijo que no volviera a hacerle esas preguntas... La próxima vez que haga cuchipanda en mi casa con mis amigos y fumemos en pipa, la pongo...

Historias del Metro dijo...

Es un gesto precioso... Esa persona también le debe de querer mucho a usted...

Un abrazo!

Enrique Monasterio dijo...

Reconozco que sí echo de menos la pipa. Fumar en pipa es mucho más que fumar. Es un rito, una ceremonia llena de sugerencias y de aromas.
Sin embargo jamás volveré a caer. El tabaco de pipa me hacía migas el estómago y el de los pitillos, los pulmones.
El tabaco me dejó a mí, supongo.

Anónimo dijo...

Ahora le habrá venido bien, ya casi sólo se puede fumar en la calle. Pero ¿no le daba el síndrome de abstinencia en el confesonario?

Anónimo dijo...

Mi padre ha fumado en pipa desde que se empezo a hacer fotos de uniforme. Delgadito y con mucha nuez, le llamaban el pajarito en la Academia de Zaragoza. Después se casó y siguió fumando en pipa. Los años le han dado hijos (9), condecoraciones, ascensos, mudanzas, viajes....y muchas, muchas pipas. Era el regalo seguro que para su cumpleaños, Navidad, Santo...sabíamos ibamos a acertar.
En mi casa, allende los mares, ha estado tres veces y todas ellas ha dejado el entrañable olor a tabaco de pipa. El olor a Papá. La ultima vez que estuvo aquí se compró tabaco de la tierra. Y se lo dejó en un cajón. Se lo envié por correo junto con unas camisas que se quedaron en el cajón del tabaco...
Este verano, en Julio hubo que operarle de cancer. Que palabra tan grande en tan pocas letras. El caso es que como estuvo en el hospital varios días y no se puede fumar, dejó de fumar en pipa. Ahora despues del susto, está más sano que nunca, porque ni siquiera fuma. Me pregunto a qué olerá ahora la casa. Espero que al menos guarde las pipas.