sábado, 10 de noviembre de 2007

El servidor público



Aquel abnegado servidor público hablaba de sí mismo en tercera persona y poniendo siempre el cargo por delante.

—Decir "yo" está al alcance de cualquiera —explicaba a su cónyuge—. Todo el mundo puede usar ese insignificante monosílabo. Pero estás casada con un servidor público, que debe mantener y expresar su dignidad en cada frase.

Por eso él prefería aludir a su persona proclamando, por ejemplo: "este diputado está en condiciones de afirmar que..."

Cuando le nombraron concejal, la abstracción subió un grado: "la concejalía de cultura opina..." Y cuando llegó a ministro, el cargo llenó por completo su vida:

—¿Quieres jamón, querido?

—Gracias. Este ministro tomará un poco. ¿Es ibérico, verdad, amor mío?

—Legítimo de bellota, dilecto prócer.

Un día decidió que, en adelante, nada de calificativos triviales para las palabras que salieran de su boca. Él no hablaría como todo el mundo. Él emitiría "declaraciones", "comunicados", "desmentidos" y, si acaso, algún que otro "off the record" en el ámbito más intimo de sus relaciones conyugales. Así, por ejemplo, si un día se le ocurría manifestar que hacía calor, las afirmación "hay que ver como aprieta el sol en verano" debería considerarse una "declaración", cuya trascendencia sería valorada por sus habituales turiferarios. Sin embargo, la frase "cielo, voy a darme un chapuzón en la piscina", tendría el carácter de "comunicado".

Después de muchos años, el servidor público fue desposeído de todos sus cargos y prebendas. Regresó a casa, tocó al timbre de la puerta y se oyó una voz femenina:

—¿Quién es?

El ex servidor público sollozó debilmente antes de responder:

—Soy Paquito.





7 comentarios:

Anónimo dijo...

Paquito tuvo suerte con su mujer. Qué paciencia!!!. También con el entorno que se lo permitía (no sé si buena o mala) y más suerte aún en ser desposeído del cargo. ¡Menos mal!!.

Queda pendiente una moraleja ¿no?. Quedo expectante por si acaso...

Adaldrida dijo...

Ge-nial!!!

Lucía dijo...

¡Qué tontos somos que todo se nos sube a la cabeza,y no sólo el alcohol! ¡y cómo hacemos el ridículo!los personajes públicos hacen el ridículo,pero cobrando más...

Anónimo dijo...

Eso era cuando existía la onrilla de saber que uno ya no estaba arriba. Ahora se encaraman arriba e intenta vivir de las rentas mientras puedan. Y si no venden una exclusiva o escriben un libro autobiográfico y autobombo y vuelven a subir.

Jesús Sanz Rioja dijo...

Tiemble Monterroso.

Anónimo dijo...

Al final, la vida acaba poniendo a todos en su sitio, gracias a Dios. La de tonterías que uno hace, y la de tiempo que se pierde por lo que no es sino flor de un día... Muy buena historia, y muy bien contada, con esa pátina de piedad que Vd. siempre les pone a todos sus personajes, aun los más dignos de lástima, como este servidor. Gracias, como siempre. Y espero que descansara en Molinoviejo.

Ludmila Hribar dijo...

Muy buena la historia. Imagino que su mujer feliz que el tal dilecto procer volviese a ser simplemente su Paquito!