jueves, 19 de julio de 2007

Hogar, dulce hogar

Mi primo José Ignacio me envía el siguiente relato, que reproduzco sin más. Él lo titula “feminismo práctico”.


Un hombre llega a casa del trabajo y encuentra a sus tres hijos en el jardín aún con los pijamas puestos jugando en el barro, con cajas de comida vacías y los envoltorios de éstas esparcidos por el suelo. La puerta del coche de su mujer estaba abierta, así como la puerta de entrada de la casa. No había señales del perro.

Cuando entró encontró aún mayor desorden. Una lámpara caída en el suelo, la alfombra arrugada contra la pared, la televisión a todo volumen con un canal de dibujos animados y la salita de estar cubierta de juguetes y de ropa.

En la cocina, la pila estaba llena de cacharros, el desayuno derramado por la encimera, la puerta del frigorífico abierta de par en par, la comida del perro tirada por el suelo, un vaso roto debajo de la mesa y un montón de arena detrás de la puerta.

Inmediatamente subió las escaleras sorteando todos los juguetes y más pilas de ropa en busca de su mujer, preocupado por si estaba enferma o la había ocurrido algo serio. De camino a la habitación, vio como corría el agua por debajo de la puerta del cuarto de baño y cuando entró, las toallas empapadas, espuma y más juguetes por el suelo, kilómetros de papel higiénico amontonado y pasta de dientes untada por el espejo y las paredes.

Entró corriendo en el dormitorio y encontró a su mujer acurrucada en la cama, en pijama y leyendo una novela. Ella le miró, le sonrió y le pregunto qué tal le había ido el día. Él la miró furioso y desconcertado:

— ¿Se puede saber qué ha pasado hoy aquí?

Ella volvió a sonreír:

—¿Sabes? Cuando vuelves del trabajo siempre me preguntas qué he hecho yo durante todo el día…

—Ya…, y entonces…

—Bien, pues hoy no lo hice.

9 comentarios:

E. G-Máiquez dijo...

O sea, que el talento corre por la sangre.

Benita Pérez-Pardo dijo...

Es genial!!! Me imagino la escena completamente.

Anónimo dijo...

Buenos días!

Me cuadran todas las pruebas de la "escena del crimen", pero el misterioso montón de arena detrás de la puerta de la cocina es de todas la que más me gusta. A saber la historia que hay detrás.

Un saludo

Posdata: parafraseando a Chesterton, el hogar es el último reducto de la libertad, donde uno se puede montar un picnic en el suelo del salón si le apetece: algo de caos de vez en cuando tampoco viene mal. Que no se enfade el buen hombre y eche una mano para recoger.

Ángel dijo...

Jajajaja, genial

Marta Salazar dijo...

buenísimo! gracias!

Altea dijo...

Nada como las demostraciones prácticas frente a largas explicaciones.

Anónimo dijo...

Lo ideal habría sido tumbarse en la cama y, como quien no quiere la cosa, decir: ¿qué hay para cenar, princesa?

Anónimo dijo...

Buenísimo... Desternillante.

Anónimo dijo...

jajaja Buenísisisisimo!!! Hoy mismo pongo a mi esposo a leerlo