jueves, 12 de julio de 2007

Las torres




Kloster y yo hemos vuelto a pasar junto a los rascacielos que se están construyendo al norte del Paseo de la Castellana. Se llaman respectivamente “Torre Espacio, Torre Repsol, Torre Cristal y Torre Sacyr-Vallermoso”. Ocupan los antiguos terrenos de la antigua Ciudad Deportiva del Real Madrid, en los que ahora nace el parque empresarial CTBA (Cuatro Torres Business Area, todo en inglés, of course).

Yo, como iba conduciendo, me he limitado a mirar de reojo las obras y a soltar por lo bajo una moderada interjección. Mi amigo ha sentenciado:

—He aquí las cuatro horteradas más vistosas de Madrid.

Como se ve, Kloster no es partidario de la famosas torres. Yo, más que nada para provocarle, le recuerdo que se trata de los edificios más altos de España y que despiertan la admiración de propios y extraños. El pasado 19 de marzo, Torre Espacio, con sus 236 metros de altura, 57 plantas y 27 ascensores, cubrió aguas, y los constructores celebraron el acontecimiento con discursos, jamón ibérico y un castillo de fuegos artificiales, muy en consonancia con la fiesta de San José que se celebraba ese día.

—Es indudable que, de ahora en adelante, los que entren en Madrid por esta zona quedarán impresionados con el poderío de la Capital de España.

—Incluso aterrados —responde Kloster—. En primer lugar, ¿qué sentido tiene edificar cuatro urnas de cristal en una de las ciudades más soleadas del mundo? En Estocolmo tendrían cierta lógica: es natural que los suecos busquen la luz y el calor. Pero aquí meten a cien mil oficinistas en un horno-invernadero cerrado a cal y canto y, para evitar el efecto microondas que ellos mismos provocan, les enchufan en vena millones de frigorías de aire acondicionado. Es lo que se llama optimizar la energía y cuidar el medio ambiente.

—Así que te has vuelto ecologista…

—No, querido colega. Me he vuelto viejo. A estas alturas de la vida, uno piensa que la globalización debería tener un límite. Me asusta comprobar que los arquitectos construyen las mismas casas en Noruega o en Nueva York que en Arabia Saudita o en Sevilla. Me avergüenza esa tendencia a valorarlo todo por el tamaño: las torres más altas, el estadio más grande, la música más ruidosa… Cada vez nos parecemos más a esos indios de caricatura que se desprendían de diamantes a cambio de baratijas gordas y relucientes.

—Tampoco es malo que haya edificios representativos, grandes construcciones aparentemente desmesuradas, pero que cumplen una función de imagen, incluso de propaganda de una ciudad o de una empresa. Son las nuevas catedrales, querido Kloster.

—Eso sí que no. Deja a las catedrales en paz. Los templos son sagrarios. No hay pueblo en Castilla que no tenga una iglesia enorme edificada por los más humildes, piedra a piedra para gloria de Dios. Estas torres nacen con otro fin: son la expresión plástica de la vanidad humana.

—Creo que te estás pasando…

—Naturalmente, pero para eso estoy aquí: para decir en voz alta lo que tú, siempre tan moderado, no te atreves a pensar. Babel no es una fábula, amigo mío. Dios mismo intervino en la historia para explicar a los hombres que una torre sirve para muchas cosas, pero no para llegar al cielo Y, aunque te parezca mal, de vez en cuando se me ocurren ideas perversas. Sueño con un bonito incendio sin víctimas que consuma lentamente las cuatro torres…

—¡Kloster!

—Por supuesto sería el incendio más grande del universo, el más alto, el más guay. El record mundial de los incendios… Impresionaría tanto a los visitantes que podríamos proponerlo como una de las siete maravillas del mundo.




 

 

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Je, me ha gustado lo del horno con aire acondicionado. Que sería como el frigorífico con calefacción.

Anónimo dijo...

D. Enrique creo que su amigo Kloster necesita vacaciones. Una semanita al borde del mar o en un pueblo de montaña perdido. A la vuelta las Torres seguirán ahí pero a lo mejor le afectan menos...

Nodisparenalpianista dijo...

Admirado Entrique, voto por Kloster y sus cuatro teas en la noche madrileña. Aporto entusiasmo y caja de cerillas.
Por cierto sabeis que la Torre Repsol ya está en venta, porque al parecer han considerado que es más rentable venderla a un grupo de capital riesgo que usarla. A este paso, seremos como los suecos. Pero sólo en lo peor.

Anónimo dijo...

Je je je, Don Enrique ¿dónde estaba usted la noche en que ardió la Torre Winsor?

No, por nada......

Un saludo

Posdata: estoy de acuerdo en que los edificios deberían amoldarse a su entorno. Por eso me gusta tanto la casa de la cascada de Frank Lloyd Wright.

Familia-pd dijo...

Yo estoy de acuerdo. Las torres son HORROROSAS, además de una horterada. Hoy he estado en una conferencia de economía en la que hablaban de lo patético del exceso de legislación. No con poca sorna, han leído los artículos de un Estatuto sobre "el derecho al paisaje en condiciones de igualdad" y luego han leído la definición de paisaje. Hay hasta un Observatorio sobre el paisaje. Yo no sabía que existieran esas cosas, pero basta un poco de sentido común. A mí LAS TORRES ME MOLESTAN, sólo puedo cerrar los ojos para no verlas, y si los cierro me mato en la carretera. f¿dónde está mi derecho al paisaje?

Altea dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Altea dijo...

Este Kloster...

Anónimo dijo...

Hay un programa de radio en México, para que mire bien Don Enrique hasta donde llegan sus letras, que tiene un concurso que termina mañana que se titula LAS SIETE PESADILLAS DEL MUNDO y hay que proponer. Los que más votos ganen, pasan a ser las Siete Pesadillas.
¿No podría servir su Blog de hacer una encuesta así?
Yo propongo:
Mexicana, Vicente Fox, expresidente.
Americana, George Bush, presidente.
Española, Kloster, pidra en el zapato de Don Enrique,
Italiana, cualquier equipo de futbol descendido por corrupto
Rusa, Cualquier empresario corrupto afincado en West Europe
China: un chinoo prófugo de la justicia mexicana a quien le encontraron cientos de millones de dólares...EN EFECTIVO
Espacial: toda la basura que corre por el cyberespacio
Anónimo Zapopita