sábado, 14 de julio de 2007

Tres palabras (esquema para una homilía)




Esta mañana, durante la Santa Misa, me he detenido en una frase del Evangelio que se repite en el mismo párrafo hasta tres veces. Son tres palabras que Jesús de Nazaret dirige a los más cercanos, a sus seguidores. Les habla con particular afecto y les dice: “no tengáis miedo”.

Primero les pide que no tengan miedo los que les maltraten; también le odiaron a Él. Luego les habla de los que matan el cuerpo pero no el alma, y el Señor parece prepararlos para el martirio; pero tampoco a los verdugos hay que tenerles miedo. Por último les invita a confiar. Dios cuida de los que le son fieles. Por tanto, concluye, no tengáis ningún miedo: hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.

El texto evangélico me ha traído el recuerdo de esas tres mismas palabras en boca de Juan Pablo II. Fue un grito inolvidable al comienzo de su pontificado: ¡no tengáis miedo! ¡abrid las puertas a Cristo!

¿Por qué esas palabras calaron tan hondo en millones de personas? ¿Por qué, todavía hoy las seguimos recordando y predicando? ¿Por qué todos nos sentimos interpelados por ese grito del Papa?

Benedicto XVI lo ha explicado en términos parecidos a éstos: un mundo sin Dios es un lugar peligroso. Si el mundo no fuera criatura, si no estuviese medido por la inteligencia divina, no sería “razonable” y por tanto tampoco podríamos decir que es bueno.

El paganismo —en eso estamos— alimenta el terror, el pánico a los demás hombres, que son diosecillos crueles y egoístas; a la naturaleza, que se presenta con una fuerza caprichosa y sin sentido; a los astros, a las enfermedades, al dolor, a la muerte. El materialismo acaba por inventar brujas, hechizos y conjuros para espantar el miedo.

Los curas sabemos bien hasta qué punto hay hombres y mujeres llenos de angustia, que luchan contra el pánico a vivir a base de ansiolíticos o huyendo de la realidad, tratando de mirar para otro lado.

Yo les diría hoy Jesús se ha encarnado para curarnos el miedo, para que aprendamos a mirar de frente a este mundo que Dios embelleció con su mirada.



PD. ¿Hay que temer a alguien? Sí, el mismo Jesús lo dice en el texto comentado: “temed a los que pueden matar el cuerpo y el alma”. ¿Quién será capaz de matar el alma? ¿Es que alguien quiere hacerlo? Desde luego, pero, por hoy, ya basta.



3 comentarios:

Juanan dijo...

No podría estar más de acuerdo. ¿A qué podemos tener miedo si no es a alejarnos de la amistad de Dios?

Acojámonos al salmo 22: Yahvé es mi pastor, nada me falta / en verdes pastos me hace reposar (...) preparas ante mí una mesa / a la vista de mis enemigos / unges mi cabeza / mi copa rebosa.

Anónimo dijo...

Por fín se casó Mariano, ¡todo! salió fenomenal.... Gracias por sus oraciones.
Don Enrique, después de 10 dias fuera, tenía "mono" de su blog... Cuando se sale del ambiente ordinario en el que nos movemos diariamente, nos damos cuenta de lo privilegiados que somos de tener a Cristo como modelo de vida.
¡Cuesta un montón.....! y no siempre conseguimos actuar sin miedo dejando todo en sus manos.
Pero ¡Qué paz y alegría! y...... ¡Que libres nos sentimos! cuando hacemos algo, con la confianza puesta en EL.
Cristina V. y Mariano

Enrique Monasterio dijo...

Cristina, ¡cualquiera diría que te casabas tú otra vez!
Enhorabuena a los novios, a la madrina y a Mariano padre.