lunes, 23 de julio de 2007

Jaime I el madrugador



Hoy ha nacido Jaime, el primogénito de Bernardo y Marta. Lo notifico aquí sin pedirles permiso, porque Bernardo es habitual comentarista de este blog, y, de forma más o menos velada, ha ido aludiendo al acontecimiento que esperaba para estas fechas.

A él le habría gustado que naciera el día de Santiago. Bernardo es así: le gustan las fechas redondas y simbólicas. Por eso se casó el día de la Anunciación.

Marta es otra cosa, gracias a Dios. Aparentemente deja que Bernardo opine y decida, pero ha tomado las riendas de la familia. Es difícil resistirse a su sonrisa.

Jaime ha salido al abuelo. Vino de madrugada, a las 7,55. ¡Qué prisas!

4 comentarios:

Cristina V dijo...

¡Enhorabuena para Marta y Bernardo!

Benita Pérez-Pardo dijo...

Enhorabuena a Jaime por tener unos padres tan simpáticos!! y a los padres también, por supuesto.

Anónimo dijo...

Enhorabuena,Marta y Bernardo.
Don Enrique. Hace días que no pincho en su blog. No me ha dado la vida. He leído con detenimiento su artículo del sacerdote asesinado. Creo que este cura creía en la presunción de inocencia. Nadie es sospechoso de nada hasta que no se demuestre lo contrario.
Yo escribí un día sobre los inmigrantes. Las pateras las he visto de cerca en Ceuta. Hay mucha gente enterrada en el estrecho. Se aventutran porque no tienen nada que perder.
Corro el riesgo de que sea un comentario larguísimo. No obstante, le inserto el artículo por si tiene tiempo de leerlo.

DETRÁS DE LA ALAMBRADA
Tengo la sensación de haberlo vivido hace mucho tiempo. Como si la Historia se hubiera quedado coja; como si se arrastrara –herida de muerte- por el terrorismo, las guerras y la furia de la naturaleza. Pero los acontecimientos de estas semanas me han devuelto súbitamente los recuerdos. Casi hasta poder rozarlos.
Hará poco más de tres años. Mi familia y yo rastreábamos el escaso perímetro de las costas de Ceuta, donde el Mediterráneo limita en algún lugar imaginario con el Atlántico. La arena suave color carbón de la playa del “Chorrillo” va engordando hasta convertirse en piedras grandes y puntiagudas que hieren los pies. Son las playas atlánticas que bañan Benzú, la Ceuta de los musulmanes. Para sorpresa de los españoles, que sólo frecuentan “El Chorrillo”, decidimos instalarnos en “Benítez”. “¿Benítez?...¿pero a quién se le ocurre?”. A los pocos días descubrimos un grupo de habituales. Llegaban a la misma hora, vestidos con las mismas ropas. Se sentaban en silencio formando un círculo apretado. A medida que avanzaba la tarde sus ojos se clavaban en un punto fijo del horizonte donde se intuye Tarifa. “Son los del CETI”. El CETI entonces no era noticia. Se vivía con inquietud el asalto al Perejil y desde “Benítez” observábamos el cielo machacado por los helicópteros del ejército. Ceuta- una microcosmos de culturas, razas y religiones- miraba con zozobra aquellos artefactos de hierro que volaban dibujando malos presagios hasta desaparecer tras la montaña de la “Mujer Muerta”.
Pero en Ceuta hay rostros oscuros que jamás miran al cielo. Los inmigrantes del CETI nunca apartan la vista del mar. Si cierro los ojos podría describir sus facciones, la sombra de su frente, sus labios herméticamente cerrados. Con viento de levante... o con poniente seco. Todos los días acudían a la cita, recostados en algún peñasco frente al mar-océano. Un único objetivo silencioso y silenciado: surcar de noche las aguas desconocidas del estrecho, cuando las luces de Tarifa cuentan mentiras y anuncian la falsa cercanía con la Península. Un día llegaría SU DÍA, llegaría SU turno y se camuflarían en una patera. Y amanecerían en las costas andaluzas. Mientras, viven juntos –apiñados- la espera.
No sé qué fue de aquellos subsaharianos sin papeles. Las avalanchas de estos últimos días –de estos últimos años- son la crónica del viaje incierto hacia la frontera de la libertad y los derechos humanos. Se escribe con las mismas letras que hace tres años. Sin duda ellos también recorrieron un largo camino hacia la esperanza y los detuvo una fría alambrada. Permanecieron agazapados en territorio marroquí hasta que pudieron saltarla. Fueron descubiertos y reclutados en el CETI. Y de noche, una noche oscura sin luna y sin estrellas, les llegó la hora de subir a la barcaza ... camino de una esperanza dudosa. Pero tal vez esa noche, el levante fuerte que escupe desde el fondo del mar todo lo que se mueve en la superficie jugó a los chinos con su esperanza y la depositó en el agua ; ni siquiera se rezó un responso. Nadie los echaría de menos. ¿O tal vez la suerte los acompañó hasta tierra firme, el destino anhelado durante tanto, tanto tiempo?. Cómo desearía que haya sido así. Llegaron asustados, con las espaldas mojadas, ateridos de frío. Sin duda, el trayecto fue tan largo y penoso como su miedo. Y su sueño de puntos suspensivos, de interrogantes... puso el punto final. Espaldas mojadas que fueron arropadas por la gente buena de nuestra tierra. Espaldas mojadas que se secaron con mantas de solidaridad.
¿Punto final?. Maldita farsa. ¿Desde cuándo todo el mundo es de todos? Nuestra solidaridad se estampa contra una alambrada que siempre puede ser más alta y afilada. Y la seguimos subiendo. Y los que no tienen nada que perder siguen desangrándose para poder alcanzarla. ¿Hasta cuándo?. ¿Para cuándo un Tierra para todos?.
Sunsi

Altea dijo...

Felicidades a los tres. Estoy segura de que Jaime ha tenido muy buena suerte. Las mejores familias son aquellas en las que manda la mujer sin hacer perder al marido ni un mínimo de autoridad.