Como sabéis, he estado siete días en Canarias perfectamente aislado de casi todo. Mis únicos contactos con la civilización eran un diario local que se pasó la semana hablando del “derbi” Tenerife-Unión Deportiva Las Palmas, y un aparato de radio.
En la radio lo que se lleva son las tertulias: El 11-M, Ceuta y Melilla, el AVE… Y, al escuchar tantas opiniones perfectamente previsibles, recordé un viejo artículo que escribí en el año 6 Antes del Euro. Aquí está.
Llevaba meses con ganas de leer aquel tratado sobre las aves rapaces; pero en las librerías me decían que estaba agotado.
Ya casi había renunciado a mi propósito cuando lo encontré en el hiper. Se vendía en dos tomos separados, en bolsas transparentes, como las endibias, cada uno acompañado de tres libros más, al precio de 1.500 pesetas cada bolsa. Era barato, pero si quería llevarme los dos volúmenes, debería comprar dos paquetes: ocho libros en total, por 3.000 pesetas.
—Es que están en oferta, ¿sabe?, aseguraba la cajera, mientras rumiaba chicle rítmica e incansablemente.
Miré los otros libros incluidos en el precio: una guía de hongos, un manual sobre la cría del conejo, dos novelas de espías, una versión reducida de Ulises y las obras en prosa de Amado Nervo.
—Ya. En oferta... ¿y no me puedo llevar sólo los de aves?
—No. Va todo el lote junto. Es que están en oferta.
—Mire, hagamos una cosa. Le pago dos mil y me llevo dos en lugar de ocho, ¿vale?
—Están en oferta, caballero. Así que se lleva las bolsas y me paga, o los deja en su sitio.
—Señorita (enarbolé la más desesperada de mis sonrisas). Yo le regalo las novelas de espías, la guía de hongos, la psicología del conejo y todo lo demás, porque me cae bien y no me gustan las setas. Le pago los ocho libros; pero me va usted a permitir que salga de aquí sólo con mis aves rapaces, porque es lo que quiero y mis fuerzas son limitadas.
—No, señor —replicó tenaz la rumiante cajera— Si el jefe me ve con los libros, se me cae el pelo. Están...
—...en oferta —dijimos los dos a la vez.
Salí del hiper bien cargado. A punto estaba ya de arrojar lastre en una papelera, cuando vi a un barbado caballero que me miraba con ojos de reproche. Así deben de sentirse los asesinos de ancianitas, cuando se ven descubiertos.
A mi amigo Celedonio le ocurrió prácticamente lo mismo, pero en otro terreno.
Celedonio, pajarero, ornitómano y ecologista de pata negra, decidió cooperar políticamente con un partido defensor de la naturaleza. Los dirigentes de aquella formación le acogieron con los brazos abiertos (se conoce que no son muchos), hasta el punto de prometerle que iría en listas para no sé qué elecciones.
Mi amigo se encontraba en la gloria..., hasta que le dijeron que en el programa del partido figuraba la defensa del aborto libre (de personas, no de aves). Celedonio ni siquiera les hizo notar que era una extraña forma de defender la naturaleza. Él se limitó a preguntar:
—Oye, tío, ¿qué pasa: que para defender a los pájaros hay que matar niños, o qué?
Celedonio fue invitado a abandonar el partido, porque, como dijo uno de sus dirigentes: la ideología es un todo que debe aceptarse y asumirse a nivel de militancia en su integridad programática, en el marco de la lucha solidaria por una liberación integral —y de clase— del biotipo humano. Lo que, traducido a romance, significa:
—Mira, Celedón: lo tomas o lo dejas. Las ideas se venden en el mismo lote. Es que están en oferta, ¿sabes?
En resumen, que pensar por libre se está poniendo duro. Las ideologías venden sus propuestas en paquetes sorpresa blindados, que algunas veces resultan ser paquetes-bomba. Si te muestras partidario de nacionalizar las eléctricas, descubrirás —oh, maravilla— que también defiendes el divorcio y del trasvase Tajo/Segura. Si quieres Religión en la enseñanza, estarás a favor de la estructura militar de la OTAN, y así sucesivamente.
A la postre, parece como si la libertad de pensamiento consistiera en elegir uno entre dos o tres lotes de ideas en oferta. Y lo triste es que el personal acepta dócilmente el sistema: gusta de la empanada de ideas, de las croquetas ideológicas bien masticadas:
—Chica, es supercómodo. Te apuntas y ya sabes lo que piensas sobre cualquier cosa.
Hablando en serio: sólo Dios merece una adhesión tan incondicional. Sólo Él puede pedir que le digamos sí a ciegas con la única garantía de su Palabra. Es lo que llamamos el depósito de la fe, el mínimo común denominador en el que coincidimos los cristianos. Pero ese depósito no es un conglomerado de tesis heterogéneas, sino un único mensaje de salvación que debe aceptarse entero. En lo demás, tengamos la valentía de pensar por cuenta propia.
—Por cierto, ¿y qué paso con los libros del hiper?
—Los tengo en casa envueltos en celofán y he añadido un desodorante. Ahora sí que están en oferta.
10 comentarios:
Porfa, don Enrique, más refritos, que éstos nos los perdimos en su día pero aunque sean del año 6 antes del Euro siguen súper actuales (el que le dijo el otro día que se está volviendo viejo... no sé de qué va).
Bievenido de vuelta Don Enrique!
Gracias por tan estupendo artículo. Me vuelvo al trabajo, que ya ha terminado mi pausa publicitaria.
¡Qué bueno! Luego, hablando con la gente, si te ven una idea prejuzgan todas las demás. Yo también lo hago, pero intento enterarme de las ideas del otro una a una. Y la mayoría de las veces, se cumple el pronóstico.
Pobre cajera, yo la comprendo. Con lo que me molesta a mí que me regateen lo "inregateable".
Respecto a lo de las ideas, menos mal que ha acabado así el artículo, porque pensaba ponerme borde diciendo que en cuestiones de fe, justamente, las cosas se toman o se dejan en lote tal cual vienen. Es otra cosa "inregateable".
Acuerdese hoy un poquito más de mi, que es mi cumple... y por pedir, que no quede!
Felicidades, Ricardo. Espero que nos veamos pronto
Como conseguir que ese mensaje radical referido a la fe en su conjunto "O lo tomas o lo dejas" no sea visto por los que no la tienen como intolerante?
Hola D. Enrique; soy una visitante incondicional de su blog y me encanta todo lo que escribe. Suelo leerle al mediodía, mientras me como el bocata, y desde que lo hago, me sienta mucho mejor... Aprovecho también para pedirle, a usted y al resto de blogueros que le visitan, que hoy recen un poquito por mi marido y por mi, pues hace 8 años que nos casamos. Muchas gracias por adelantado y un saludo muy cariñoso a todos.
Es como cuando dices que eres católico, siempre hay algún listo que te pregunta si votas al PP.
Cosas veredes.
Fantástico este blog Don Enrique. Los escritos destilan un sentido del humor que me gusta, llego a reírme a carcajadas con algunos escritos (lo cual viene muy bien para el comienzo de la jornada laboral).
¡Qué razón tiene con los "lotes de ideas"!. Siempre que hay reunión familiar (los domingos) me encuentro discutiendo con mi madre, porque ambas votamos al mismo partido, pero yo hay ideas que no comparto.
Durante un tiempo estuve en una asociación para la defensa de los animales, y la dejé. ¿Por qué? se suponía que si estabas con ellos debías de ser también votante de IU, llamar fascistas a los votantes del PP (yo lo soy, votante del PP quiero decir), admitir el matrimonio homosexual y...¡adorar viajar a Cuba, la "meca de la libertad"!. Por más que pregunté que tenía que ver el dictador Fidel con la defensa de los animales, o qué daño hacía siendo votante del PP, nadie supo contestarme, de modo que adiós, me fui de la asociación.
Como decía Forges Cristobenditoquepais.
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