viernes, 19 de septiembre de 2008

Un confesonario poco común


No me ocurre todos los días ni todos los meses, pero la anécdota tampoco es insólita.

Eran las doce del mediodía y yo iba por la calle Hermosilla rezando el Ángelus. A la altura del número 26, un hombre bien vestido, de unos cincuenta años me hizo una seña.

-Perdone, padre..., le veo con frecuencia por aquí, y no sé si... ¿podría confesarme en un momento?

-Por supuesto..., pero no sé dónde podemos meternos.

Gracias a Dios allí mismo hay un portal que conozco bien y un portero amigo. Lástima, el portal estaba cerrado y Gregorio había salido.

-¿Busca a Gregorio? -me preguntó el portero del 30-.

-En realidad busco una portería. ¿Me presta la suya un minuto?

No tuve que darle más explicaciones. El penitente le dijo algo en voz baja, el portero se retiró discretamente, y allí mismo, en dos o tres minutos, resolvimos el problema.

Hace mucho que no lo digo: es grande ser cura. De verdad.


12 comentarios:

ARdV dijo...

Gracias a Dios todavía hay sacerdotes dispuestos a hacer este tipo de "paradas" en el camino, o a seguir confesando por horas, aún cuando ya deberían haberse ido a casa....
Le encomiendaré hoy especialmente a usted y a los otros que como usted sienten esa satisfacción de ayudar a los que necesitamos de sus "servicios", y encomiendo en simultáneo a los que no se acuerdan de qué se trata ser cura, para que los jalen del pelo sus Custodios (los curas tienen dos, no?) y se acuerden al toque!

Conrad López dijo...

Si que es grande, padre, si.

Sin la Gracia de Dios este mundo sería insoportable (inviable, más bien diría yo), y sin sus "administradores" ... ¿qué decir?.

Pues eso ... muchas gracias.

Juanan dijo...

Muy grande.

maria dijo...

¡¡¡¡Gracias, Padre!!!! por llevar visible su dignidad sacerdotal. ¿Cómo, sino, hubiera sido solicitado para ejercer su ministerio?...Siempre he pensado que los sacerdotes no están visibles, ni siquiera para que nuestras nuevas generaciones puedan tener una imagen de ellos... De acuerdo que los tiempos son difíciles, pero faltan testimonios.
Gracias otra vez Maria

alter-ego dijo...

Y pocos como el que ud.cuenta.Así tienen que ser los curas a disposicion del fiel,del católico y estar atento.
Mis saludos cordiales.

Historias del Metro dijo...

Ser sacerdote es grande... y cada día es una aventura!

Enrique Monasterio dijo...

Bueno... Por hoy se acabaron los comentarios en la misma dirección. Quiero decir que no me deis coba.

Historias del Metro dijo...

jajajaja...
pero si el mérito no es suyo, don Enrique!!!! Usted sólo dijo "sí"... el resto... creo que lo hizo Otro.
(le sirve como contrapunto?)

Enrique Monasterio dijo...

Si, me vale; pero he tenido que rechazar cada comentario...

Anónimo dijo...

Hola Padre, tiene un premio en mi blog, puede pasar a buscarlo por aquí: http://quaestio.wordpress.com/2008/09/19/premio-este-blog-es-provida/
Saludos desde Argentina,
Daniel

Anónimo dijo...

Esa es una de las muchas ventajas (hay ¡tantas!) de vestir el «uniforme de cura»... que pueden salir «clientes» en cualquier momento y lugar...

CRIS dijo...

Pues cualquier día de esto nos chocamos por la calle...ya veo que vivimos por la misma zona...

¡Qué bien que siga tan ilusionado con su vocación ! Seguro que a los que se cruce, se lo transmite, eso a mi al menos, me ayuda.

Así que si un día le chisto por la calle...ya sabe...que no voy con malas intenciones...

Saludos