miércoles, 25 de enero de 2012

En tres o cuatro líneas (I)

En el curso de retiro apenas hay tiempo para nada. Hay que llenar el silencio con oración, propósitos, deseos, acciones de gracias y dolor. No contaré nada demasiado personal; pero, de tanto en tanto, vienen a la pluma y a la agenda pensamientos que quizá sirva a otros más adelante. Por ejemplo... 

El enfermo que se echa encima mantas y más mantas para protegerse del frío sólo consigue acabar aplastado. Lo mismo les ocurre a los que tratan de templar su  alma congelada buscando compensaciones en este mundo.
La ausencia de Dios sólo puede curarse al calor de Dios. 
Cuando el hijo pródigo sintió hambre, tenía tres posibilidades: comer con los cerdos (el hedonismo); morirse de hambre (la soberbia de conservar la dignidad a toda costa), y volver a casa para dejarse abrazar por su padre (la contrición). 
“El hombre es grande porque sabe que muere” (Pascal). Pero hay quienes renunciarían con gusto a esa grandeza. Les gustaría no ser conscientes de que la vida tiene un final, y ser “felices” como animales; sin angustia, sin miedo. Y también sin esperanza.

10 comentarios:

yomisma dijo...

Se lo copio... Con permiso

Vila dijo...

hoy veré amanecer en vuelo. Eso siempre me facilita esa la oración y contrición de la que habla. Me temo que será un día largo.

mòmo dijo...

Me ha hecho pensar en el libro "La carretera", de Cormac McCarthy. Casi siempre me ha tocado defender que no es una novela pesimista ni mucho menos, que está llena de esperanza. Supongo que es precisamente porque hay angustia y hay miedo que cobra más protagonismo la esperanza.

Relicary dijo...

Unos buenos apuntes filosóficos y teológicos. Me ha gustado mucho la del enfermo, pues por mucha manta que se ponga, necesita la medicina. El que tiene algo que arrepentirse, no hallará la Paz a no ser que se aplique la medicina adecuada, la contrición. Y ya sabemos hasta dónde conduce ese camino ;)

Seguro que el retiro da muchos frutos. Sé que también se acuerda de nosotros.

¡Un abrazo!

Papathoma dijo...

Gracias. Yo también se lo copio para Facebook, pero a trozos. Empiezo por el final.

Anónimo dijo...

el otro día me dijeron "pues para comportarte así, bien podías no haberte confesado ayer, encima te ahorrabas la verguenza". Pues sí, qué verguenza, cómo cuesta confesarse... No le sucede a usted? cómo hace para vencerlo?
historias del metro

pacita.. dijo...

Que dificil nos lo pone no sé por cual empezar! ojalá fuera tan facil transmitir a los que tenemos alrededor esas ideas,pienso en los que tenemos hijos jóvenes,....

Viator iens dijo...

Me reconozco -a qué negarlo- en el comedor de bellotas que desprecia el ternero cebado que sabe le tienen listo en casa. Y también en el hijo que corre a buscar el abrazo del padre y se lo encuentra, ¡qué tío!, al pie del camino esperando. Pero por más que me esfuerzo no consigo imaginar a nadie tan idiota como para morir de hambre sólo por no dar su brazo a torcer.

Enrique Monasterio dijo...

"Historias del metro". Esa vergüenza es estupenda. No la pierdas nunca. Vencerla en la confesión es parte de la Penitencia.
Últimamente veo demasiados "sin-vergüenzas", que van de sinceros, pero en realidad han perdido el pudor. Es un síntoma terrible de paganismo.

Antuán dijo...

Me quedo con la consideracion del hijo prodigo. Mi hermano mayor ha recorrido muchas veces ese camino señal de que sabe volver a casa, ya es algo. Cuando estuvo en Africa cogio la malaria - de la que casi nadie se libra- y hablando de mantas que alli no son necesarias y seguramente escasean contra la tiritera que se coge - un sintoma- lo que le ponen a uno me dijo es una tabla y varios se suben encima para que se te pase. Curioso pero eficaz. La muerte: que Dios nos coja confesaos, yo lo hice ayer y es un alivio. Adiosle