Hay otras estadísticas menos angustiosas, pero igualmente significativas.
En el diario gratuito “Qué” leo un reportaje pequeño pero brillante sobre el precio de las angulas en Bilbao. A falta de cinco semanas para la Navidad, se venden a 1.300 € el kilo.
El sagaz periodista explica las alternativas que tendríamos si renunciamos a un manjar tan delicado. Por el mismo precio es posible adquirir un frigorífico, una guitarra Gibson, un ordenador portátil de los mejorcitos, un rolex o incluso alquilar una suite en el Hotel Palace.
Lo increíble de toda esta historia, en mi opinión, no es que las angulas se vendan, sino que se compren.
Mi amigo Koldo, por ejemplo, me contaba que, para celebrar su cumpleaños, fue a tomar unos vinos con la familia en un bar de Neguri, y como es hombre descuidado, al ensartar con el tenedor una tapa, se desprendió una angula y cayó sobre la solapa de su recién estrenada chaqueta.
En Bilbao no solemos dar demasiada importancia a estos accidentes, por muy valiosos que sean tanto el comestible abatido como la prenda afectada; pero, en aquella ocasión, había que actuar con urgencia. Koldo se desprendió de la chaqueta con sumo cuidado, para evitar que el Anguilliforme cayera al suelo, y la depositó sobre una mesa. A continuación, con un cubierto limpio, recogió la angula, la puso sobre un plato, y, al comprobar que no había sufrido daños de consideración, la engulló aliviado. Habría sido tremendo perder diez o doce euros de una manera tan tonta.
Al salir del bar, se sintió generoso y dejó un eurito, o sea, media angula, en la mano de su mendigo de cabecera.
Y yo, al terminar esta historia tan tonta, miro a mi portátil con aprensión. Le tengo cariño y me es muy útil, pero si lo vendo, aún podré comprarme 700 gramos de angulas. Y francamente, no hay color.
12 comentarios:
Yo, una vez, me comí un plato de angulas al ajillo y, francamente, estaban de rechupete. Pero de eso hace ya tanto tiempo, que casi no me acuerdo.
En fin, al paso que vamos, terminaremos guardando las angulas en cámaras acorazadas.
¡Espero que no pase lo mismo con la sobrasada!
Mejor el portátil, por supuesto
las angulas...¿no?...
Yo sólo conozco la gula del noooooorte, me temo.
Yo me como un plato de esos bichos cada mes en forma de hipoteca, pero no sabe lo mismo.
Con dos kilos de esos bichitos solucionaria mis problemas
Hubo un tiempo que en mi casa (en casa de mis padres, "gente bien" y de bilbao) comíamos angulas por mi cumpleaños (17 de enero) cuando el paso de las Navidades había dejado que bajaran de precio. Ya ni eso... ¡Qué tiempos y qué ricas!
Pero el chiste completo es:
-¿A cómo está la angula, oye?
-A diez mil.
-¿Y el kilo, pues?
Con exquisito acento, claro.
Un güen potahe...
podioh podioh onde bamoh ayegá...
Pero, ¿el portátil se come?
Publicar un comentario