miércoles, 24 de septiembre de 2008

Alegría


En los niños, lo natural es la alegría. La necesitan como la respiración. No pueden vivir sin ella. Por eso inquieta tanto ver a un niño triste. Y si esa tristeza dura demasiado, sabemos que es preciso hacer algo, lo que sea, para eliminarla.

Robar la alegría a un niño es un crimen como matar el canto de un ruiseñor.

En los viejos, lo natural es la tristeza, el gesto huraño o la melancolía. La sonrisa de los viejos siempre es prestada, alguien se la ha puesto en los labios: a veces un niño o el recuerdo de su propia infancia. O el Espíritu Santo.

La alegría de los viejos no es fácil. Si es auténtica, sólo tiene una explicación: se llama bondad.


11 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso explica lo mandones y cabezotas que se han vuelto los abuelos. Lei una vez, en un cementerio de Cordoba, cuyo nombre mi cabeza no logra recordar, la inscripcion en una lapida que decia algo asi:
Donde te ves, me vi
Donde me ves, te veras

Tomando nota.....

Luis y Mª Jesús dijo...

yomismo yomisma

Anónimo dijo...

Pues a mí no me parece que lo natural en los viejos sea la tristeza.
Vale, vale, ya se lo que estás pensando: que ha escrito la palabra viejo a propósito porque no es lo mismo que tener muchos años. Hay gente alegre que lleva muchos años en el planeta.

Enrique Monasterio dijo...

Me reafirmo en lo dicho: esa "gente alegre que lleva muchos años en el Planeta" necesariamente son buena gente. La alegría, en los viejos, siempre es virtud (o márquetin, claro).
Pascal estaría de acuerdo conmigo

Luis y Mª Jesús dijo...

Ahora soy María Jesús, y me da la impresión de que los viejos ahora no se dejan querer, se empeñan en hacer ver que son útiles; si ya no tienen mucha capacidad, su utilidad parece que tiene que provenir de tener riquezas; por eso se empeñan en acumular lo que nunca podrán gastar. Parece que creen que quien no es útil no vale nada en esta sociedad de bienestar; no pueden entender que se les quiera aunque sean "inútiles", por sistema desconfían. Si se sintieran amados, si se dejasen amar, sonreirían más y estarían mas despreocupados de sí mismos.

Nuevepornueve dijo...

Odio darle casi siempre la razón... (me hace quedar como una pelota tremenda, y no lo soooy!!) pero creo que coincido en lo de que la alegría de los viejos es bondad... casi igual que la de los niños, aunque la de éstos últimos también tenga que ver con la inocencia e ingenuidad. Por eso, en los mayores, tiene más "mérito". Me parece a mí que un viejo, con toda la experiencia y conocimiento de una vida, si es alegre... es que es MUY BUENO.

La Dama Zahorí dijo...

En el sur los abueletes se ríen más. :)

Historias del Metro dijo...

A mí me parece que hay gente mayor con mucho miedo, y creo que eso les quita la mayor parte de la alegría y de la paz interior.
También pienso que otra parte de alegría se la quitamos los que a veces convivimos con ellos y les tratamos con poco respeto... A veces la gente mayor va un poco más lenta que nosotros, tardan en reaccionar con las cosas cotidianas, y enfocan la vida y los problemas que les contamos de otra manera. Eso a veces, aunque suene terrorífico, nos exaspera y cuando nos damos cuenta les estamos ridiculizando, o casi gritando por no ir al mismo ritmo que nosotros.
:-(

Anónimo dijo...

En el sur de Europa? en el hemisferio sur? O al sur de Despeñaperros? Porque tambien en Cordoba he visto viejos malhumorados...
Mi abuela, con casi 88 años está más alegre que nunca. Por qué? Yo pienso que se deja querer. Ahora se ha dado cuenta que lo qu los demás mandan es por cariño, y se ha hecho como niña: va donde le dicen, come lo que le dan, se acuesta cuando es la hora.... Está muy tiernita....

Anónimo dijo...

Lei una vez:"la alegía CALMA,DESARMA,CONQUISTA y ATRAE"

Don Mario dijo...

Estoy de acuerdo que la alegrìa de los jòvenes es "naturaleza", mientras que la de los ancianos es virtud. Ya esto explica que sea màs rara.

Añadirìa echando un poco de culpa a la general crisis de identidad "social" que atravesamos. Antes cada uno tenìa su lugar claro en la sociedad y sobre todo en la familia. Y ademàs lo aceptaba. Esto daba una gran seguridad a los viejitos (que siempre la necesitan), al tener su papel, que ya conocìan de antemano, y se habìan hecho con él ya antes de llegar a ocuparlo.

Ahora no tienen esta seguridad, tienen menos reconocimiento y comprensiòn, y tampoco se entienden a sì mismos. Hace falta mucha virtud (y, gracias a Dios, en muchos la hay) para no amargarse y ponerse serios y nerviosos.

Creo que un viejo alegre casi siempre es un santo, aunque he visto que no todos los viejos santos son alegres.