¡Estabas tan contento! Te veías fuerte de cuerpo y espíritu; sincero, alegre, trabajador. Incluso humilde, sin alardear, por supuesto, para no hacer el ridículo. Además eras elocuente, ingenioso y muy simpático.
No hacías la oración del fariseo, pero alguna vez te aproximaste peligrosamente a aquel “te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres”.
Ahora, en el hospital, ha bastado una sencilla operación quirúrgica para que empieces a comprobar que sí eras como los demás, sólo que con mejor salud. Y cuando te sorprendes de que te cuesta ser fuerte, humilde, valiente y alegre, te he contestado que ya iba siendo hora.
―Agradece a Dios que te conceda la oportunidad de ejercitar esas virtudes como un mortal cualquiera. Bienvenido a la tierra, amigo.
3 comentarios:
Uf, relato fuerte de buena mañana, pero no le negaré que he vivido esa experiencia de cerca.
En general, nos cuesta aceptar las cosas que salen mal si todo va bien. O está el otro extremo, que es vivir siempre asustado, temeroso, de que ocurra algo malo en la vida.
Cada día ocurren cosas buenas y malas para nosotros, pero las malas, que puede ser algo tan simple como perder el autobús que te lleva a trabajo, pueden quizás hacer que uno rece o piense a pequeña escala que no somos súper-seres.
Un señor mayor, amigo mío, fue jubilarse y venirle todos los males. Le ha costado dos años recuperarse, pero entre todos le hemos animado a luchar y enfocar su enfermedad de un modo similar al que dice usted, tratando de fomentar virtudes que creía que tenía de sobra.
¡A los buenos días!
Tb es mi experiencia... y de no hace mucho
La sensación fue de volver a la casilla de salida... cuando yo creía que estaba ya a mitad de tablero
Creo que lo mejor será q el Jefe me consiga, al menos en mi último día, uno de esos de puente a puente o de oca a oca...
Muy buenas, Enrique.
Sólo quería decir 2 cosas:
1ª, que me encanta tu escritura de siempre, y no sabes lo contento que estoy de haber descubierto que tienes un blog (sí, ya sé que suena a fan emocionado, pero es que es verdad...).
2ª, me encanta la reflexión. Creo que sencillamente da en el clavo: no se nace virtuoso, se llega a ser. Y el esfuerzo por llegar a serlo es constante. Es un autoengaño muy poderoso creer que "ya somos". En realidad, tras esto lo único que hay es la incapacidad de mirar dentro y darnos cuenta de que necesitamos ejercitarnos para ser mejores, que aún no lo hemos conseguido, que nuestras debilidades y miserias aún ganan muchas veces la partida.
Me hace gracia que llames a ese descubrimiento "aterrizaje". Sí que lo es... pero muchas veces e un aterrizaje que conlleva un fuerte golpe en el trasero.
Saluda a Kloster de mi parte.
Maximiliano María (Lukas Romero)
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