jueves, 30 de mayo de 2019

Alex, las golondrinas y el derecho procesal

Vencejos
Me ha escrito Alex desde Oviedo hace 23 horas y reproduzco ahora su enigmático mensaje sin pedirle permiso. Claro que, en realidad, Alex no se llama Alex, y Oviedo tampoco es Oviedo.  
¿Sabe usted esos patios interiores de las casas? De los edificios: sus fachadas traseras los acorralan por cuatro lados, y, si uno se fija bien y está en un piso mediano, puede ir anotando los hábitos y costumbres de cada uno de sus vecinos. Empezando por la casa de enfrente, por la fachada blanca —señorial del siglo XVIII, aún bien educada y libre de parches publicitarios— uno podría escribir, al estilo del solitario o del curioso parlante, unas "escenas del patio de mi casa". Y poco a poco ir cerrando el círculo hasta que, disciplinada la sensibilidad y aprendido el silencio, la inteligencia pueda dedicarse a mejor obra, tal vez algo así como "escenas del instante" o no, mejor, escenas del Instante, con mayúsculas, subrayando que Dios lo impregna todo, lo llena todo como una inundación invisible, como un desbordamiento de aquel río con alas que nos trae polvo del desierto, y que colorea la nieve las más escarpadas cordilleras.
Hoy me he acordado de usted —como tantas veces— al no poder ignorar el chirriar de las golondrinas, empeñándose tenazmente en alegrar el Derecho Procesal, en burbujearlo, en redondear aún más las letras de los títulos, vaciándolas por dentro e invocando unas alas negras para que sin ton ni son comiencen a echar el vuelo. Una a una, letra por letra, pelean contra esos trinos y se agarran con fuerza a las páginas para que yo pueda continuar con el estudio.
Cada mañana, mi subir las persianas las anima, excita esos cuerpos de viento y las empuja a volar en círculos. Cada mañana, a un pistoletazo de persiana, las golondrinas hacen del patio de mi casa un circo; de aquellas fachadas que más tarde son pasto de curiosos, ellas hacen unas gradas romanas: una muchedumbre de ventanas rugientes animan el correr de esas pequeñas avecillas de color negro. Nadie más las oye, solo yo escucho los cuarterones embravecidos, los junquillos que se salen de sus marcos para tocar esas curvas veloces, negras de media luna. Y dan vueltas y vueltas, y se disputan el calor de las miradas. ¡Pan, pan! Dadme pan y que comience el desayuno, pero nadie oirá un buenos días, ni tampoco un gesto se alegrará de su vuelta el mundo; solo podrá oírse el trinar de unas golondrinas, unas ventanas inmóviles, quietecitas, y un niño con la bata puesta que está subiendo la persiana.  
Como veis, Alex será un gran escritor, sobre todo si se centra en el Derecho Procesal, la asignatura más tediosa de la carrera, y controla su imaginación, más volátil que las golondrinas. 
Por cierto, a juzgar por su descripción, las golondrinas que describe  Alex tampoco son golondrinas, sino vencejos, unos pájaros vocingleros y alborotadores que vuelan y vuelan sin posarse jamás, toman posesión de las ciudades en verano y hacen carreras en el aire planeando en círculo.  
* Alex, perdóname por haber colgado en el globo tu mensaje. La próxima vez te pediré permiso, y cuando acabes el curso, me encantará que colabores en esta página con tus sueños, locuras y reflexiones. Tienes talento y lo sabes, pero debes aprender a embridar tus impulsos con el odioso derecho procesal.

4 comentarios:

María Emilia dijo...

Creo que Álex es poeta!
Lindo día a todos los que vuelan por aqui, que Dios los bendiga y María les haga compañía

Isabel dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Antuán dijo...

Volverán las oscuras golondrinas. Como dice Becquer y el caso es que vuelven. Siempre he pensado que tienen memoria porque hacen su nido en los aleros, en el mismo sitio; no se si serán ellas o sus crias, se lo deben contar. Me quedo con el final de la copla, la busqué en Gougle . Pero seguramente como usted dice son vencejos. Recuerdo lo bien que lo pasaba con mi hermano y mis primos cuando había que tocar las campanas a difuntos: Tom-tam y se hacía tirando de la cuerda y como nos rifábamos el turno. Dentro del campanario subíamos unos peldaños del campanario tirábamos y nos dejábamos caer contra la estrecha pared. Luego más de una vez llegamos a la torre y por el camino entre la bóveda de la iglesia y el cielo encontrábamos pajarracos de estos. Y arriba: La campana grande, la mediana y el campanillo para tocar a ¡Gloria! y a fiesta. ¡Que tiempos aquellos! Ahora tienen su horario y hasta se pueden hacer conciertos, que tampoco está mal. Adiosle

Fernando Q. dijo...

" disciplinada la sensibilidad y aprendido el silencio, la inteligencia pueda dedicarse a mejor obra..."

decía Santa Teresa que la imaginación era "la loca de la casa". Pero, ¡que necesaria es a veces!

Alex tiene talento, sin duda.