lunes, 13 de mayo de 2019

Los sueños de Alex (I)



Cuando charlo con adolescentes, ellos suelen empezar contándome lo que van a estudiar, y casi siempre manifiestan un montón de dudas y de miedos. Cualquiera diría que los estamos educando en una un especie de realismo cauteloso que les lleva a obsesionarse con las posibles dificultades de la vida, con lo duras que son las carreras y con las pocas "salidas" que hay; las dichosas salidas que a la hora de la verdad no tienen tanta importancia como parece. 
Trato de ponerme en su lugar y recuerdo mi propia adolescencia: aquellas ambiciones descabelladas que se me antojaban al alcance de la mano, los proyectos fantásticos que nacían de mi imaginación calenturienta y también, por qué no, los fracasos periódicos, las depresiones de la edad del pavo, de las que había que renacer una y otra vez. 
Echo de menos todos esto en los chavales, especialmente cuando les hago mi pregunta predilecta: 
—Imagínate que mañana te levantas de la cama y descubres que han pasado 20 años; de pronto has viajado al futuro y ves que todo ha salido como en el mejor de tus sueños. ¿Dónde estás? ¿A qué te dedicas? ¿De qué vives? 
Alex tiene dieciséis años y gasta una mirada melancólica como de abuelo prematuro. Me mira desconfiado, cierra los ojos y responde: 
—Vivo…, aquí mismo con mi pareja… 
—¿Casado? 
—Sí, claro. Bueno, supongo que sí, aunque no sé… Trabajo en la empresa de mi padre y como tengo pasta, me compraré un Ferrari. 
—¿Tienes hijos? 
—Sí, dos —Alex se va animando—, y a mi chica le compraré también otro Ferrari. 
—¿Eso es todo lo que se te ocurre? 
Alex se encoge de hombros y se ruboriza un poco no sé bien por qué. 
—¿No te gustaría cambiar el mundo? 
Ahora casi sonríe: 
—¿Es que quiere que me haga cura o algo así? 
—No, majo, no. Para ser cura o algoasí hay que empezar por ser ambicioso; tener sangre en las venas y un corazón grande que sueñe con empresas imposibles, con aventuras reales… Sobre esa base, Dios puede edificar algo y llamarte; pero a ti…, no creo. 
(Otro día continúo con el relato. Hoy no tengo tiempo)

4 comentarios:

Cordelia dijo...

Pues ya es mucho... La mayoría de los chavales de la clase de mi hija quieren ser futbolista, YouTuber o influencer. Trabajar como tal no lo contemplan.

Antuán dijo...

Pues ya es bastante. Eso de cambiar el mundo. Es bastante ¡Ambicioso!. Acabo de llegar de la calle. Estuve un rato en la iglesia de la Adoración. Eramos cuatro o cinco. Suficientes. Otro entro un momento se arrodilló, hizo muy bien la señal de la cruz y al poco se fue. Si se va con la intención de llevar a Dios a la calle, a su ambiente es más que suficiente. Yo me fui a una tienda a imprimir tres cuadernos de poesía, que me hizo el trabajo una chica de Ecuador. volveré algún día. No llevaba propaganda. Algo le dije y me dijo: Ah! del Opus. Llevaba un libro para la polaca de la flor de América pero libraba, se lo deje a la suplente: Esther, casi toda la gente se queda en la terraza de la cafetería. Aprovecho y me desprendo de lo único que me queda: la señal de mi libro. El Icono de la Stela Orientis. Le digo significa Filios. Ayuda a tus hijos. Es más tengo un rosario rojo de plástico que me dio mi hermana. Gougle te puede enseñar a rezarlo pero cada 10 bolas son diez Avemarias. y me da las ¡Gracias! Así da gusto cambiar el mundo. ¡Quien sabe! Adiosle

Anónimo dijo...

Pobre Alex, tal vez estaba cohibido. A veces cuesta decir lo que se piensa y caemos (sobre todo quienes sienten la necesidad estar siempre a la moda, lo que es muy exigente.
Seguro que cuando medite un poco pensará en que dentro de 20 años habrá mejorado el medio ambiente y habrá más justicia social, o a lo mejor, solo má tecnología.
Démosle un poco de tiempo.

Isabel dijo...
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