miércoles, 15 de mayo de 2019

San Isidro, el perro y la cotorra


Vino como mascota y se quedó como invasora

San Isidro Labrador, patrono de Madrid, nos obsequia con un día de fiesta y sol. Salgo de casa más tarde de lo habitual, a las 8 de la mañana, y me dirijo al Colegio Mayor Zurbarán donde celebraré la Santa Misa como todos los miércoles. Hoy, además, esperan que predique la meditación. Frente a la residencia hay un pequeño parque que a estas horas hierve de pájaros cantores. La primavera resplandece en el verde tierno de los árboles y en las violetas que parecen renovarse de día en día. Las cotorras argentinas, que ya han colonizado medio Madrid, chillan con acento extranjero. Yo camino despacio, porque tengo con tiempo suficiente  para ordenar las ideas de la meditación mientras contemplo el panorama.
Hay cuatro o cinco perros que corretean nerviosos por el parque. Se ve que han estado encerrados toda la noche y ahora recuperan el tiempo perdido. Sus dueños —un  señor mayor, una chica joven y otros dos chavales los vigilan a distancia. De pronto, uno de los perros ensaya un corto esprínt y da un salto tremendo hasta atrapar con los dientes una cotorra. No sé muy bien de dónde ha salido el pájaro ni cómo lo ha visto el perro, pero el hecho es que, de un solo mordisco, ha dejado tieso al pobre volátil. 
Me pregunto si la anécdota me sirve para la meditación, y decido que no. No está bien atentar contra los inmigrantes ilegales aunque sean cotorras y griten como si las estuvieran acuchillando.
Me acerco para reconocer el cadáver. El perro, que aún sigue a su lado, me mira con ojos asesinos.


1 comentario:

Antuán dijo...

Ya sabe d. Enrique que la ley progete a los animalitos, incluso a las bestias. Es una pena más que a los no nacidos. Hay que defender la ¡Vida! Pero ya más que a manifestaciones que no sirven de mucho, hay que hacerlo en casos cercanos que nos encontremos. Siempre he oído decir que no se puede forzar una puerta porque se atranca. Pero hay que ayudar, hablar, dar soluciones, mover los buenos sentimientos. Y sobre pájaros os contaré una cosa simpática que nos pasó en casa cuando eramos pequeños: teníamos una urraca. Pensábamos que si la metíamos en un cántaro de los que había en casa y le decíamos cosas acabaría hablando.Pero que si quieres arroz Catalina ponía el patio perdido y nada. Había en las esquinas cubos de aluminio para recoger el agua de las canales y una mañana apareció en uno de ellos. Mi hermana la mayor se hartó. Y en la cerca donde teníamos los animales grandes. En un rincón le dimos cristiana sepultura. Cosas de niños. Adiosle