Hay gente para todo. Jaime tiene un colchón más confortable
A las nueve de la mañana, cuando salgo de casa después de celebrar la Santa Misa, Jaime sigue dormido en un banco, embutido en su precioso saco de dormir. Hace años le pregunté de dónde lo había sacado:
—Me lo regaló Raúl.
Para Jaime no hay otro Raúl que el antiguo delantero del Real Madrid. Lo ha colocado en la cumbre de su Olimpo personal y allí seguirá hasta el final de los tiempos como punto de referencia y protagonista de todas sus fantasías. Porque Jaime no miente: cree en sus invenciones con fe casi teologal. Es un creativo. Lo suyo sería la literatura si no fuera por el alcohol que lleva casi siempre en el cuerpo.
—¿Raúl..., en serio?
—Te lo prometo por mis hijos. Es chulo, ¿verdad? Aguanta hasta treinta grados bajo cero. ¿Me das un euro?
Hoy no está para muchas charlas, pero una hora más tarde lo veo sentado en el mismo banco con un pitillo de aspecto sospechoso que le cuelga del labio inferior.
—¿Has desayunado?
—No. ¿Me das dos euros?
—Mejor te invito a un café.
Jaime necesita un chupito alcohólico para afrontar el día. El café solo no le basta. Tras ese primer chute reza en voz alta un avemaría con la esperanza de que le pague otro.
─Adiós, Jaime; cuídate. Y no vuelvas a mentarme a tus hijos. Tú no tienes hijos.
─Quién sabe… Con Dios, amigo.
2 comentarios:
La instantánea es buena; un poco incomoda. Lo del saco de dormir si que es cierto que pueda aguantar los 30 bajo cero. Mi hermano se lo dejó esta vez. Será por no cargar con el. Me dijo que volvería pronto; pero nunca se sabe. Siempre encuentra alguien que le de algo de abrigo. Cuando el otro día dejamos la estación acabamos de empezar un paquete de galletas en el tren y na más salir se nos acerca un tipo, bastante bien arreglado con su mochila: Que si le podemos dar algo, aunque sea de comer. Mi hermana saca el paquete y un plátano y se lo da. Y se lo guarda, dándonos las gracias. A mi me pasa lo mismo. Pensamos en Carmelo que puede necesitarlo. Dice que por ahí la gente es muy hospitalaria. Más que aquí, que somos más desconfiados. Adiosle
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