sábado, 30 de mayo de 2009

El grito

Eran las once menos cuarto de la mañana. Empezábamos tarde la clase y sólo disponía de cuarenta minutos para hablar a veintitantos adolescentes (¿y adolescentas?) de la Santa Misa.
Me lo había preparado muy bien precisamente por la dificultad de sintetizar y llevaba el correspondiente PowerPoint que, en este caso, me pareció realmente útil para no irme por las ramas.

Enchufamos el ordenador al cañón, bajamos la pantalla y empecé a hablar. A mi izquierda dos niñas recostaron descaradamente sus mejillas en la mesa para echar un sueñecito; una tercera leía una carta con sobre, sello y papel como las antiguas. Al fondo, a la derecha, tres chavales hablaban y hablaban. Me acerqué a ellos y seguí la clase mirándolos a la cara a menos de dos metros. Se hizo silencio.

Al regresar a mi puesto de mando los tres charlatanaes volvieron a la carga. Les pedí que se callaran y uno de ellos me dijo que "vale tío".

Ni por esas; mi presunto sobrino siguió en sus trece. Entonces di un grito tremento. Yo mismo me asombré de la potencia de mi voz. Fue el primer grito y el más sonoro, que yo recuerde, de los últimos veinte o treinta años.

-¡Fuera de clase, ahora mismo!

Hasta las niñas se despertaron.

-¿Yo...?, preguntó compungido uno de ellos.

-¡Los tres!

Se fueron y al fin se hizo la paz, pero yo me sentí fracasado. A estas alturas de la película, tres chavales de dieciséis años me habían hecho enfadar como cuando empezaba en este oficio.

PD. Que nadie se atreva a consolarme, porfa. Dejadme a solas con mi depresión.

28 comentarios:

Juanma Suárez dijo...

Jajajaja. Don Enrique, para una persona que no se "enfada nunca" es cierto que puede ser algo deprimente enfadarse, pero supongo que es por la falta de costumbre. Eso sí, le aseguro que cuando ocurre, los interfectos se sienten tan extrañados que, a veces, suele surtir más efecto del que creemos.

Orisson dijo...

Vale, tío...

Anónimo dijo...

Ja, ja, ja, eso le pasa por no gritar nunca.
Si gritara siempre no sé cómo estaría ahora, pero no estaría deprimido.
A los chavales si les gritan mucho ni les afecta. En casa de una de mis hermanas mis sobrinos la oyen gritar como quien oye llover, pero yo me encojo como si así me enterara menos de los gritos, y eso que no van conmigo.

una catequista nobel dijo...

Recuerdo el segundo día que di catequesis a chavales de 16 años.
Me pasó lo mismo que a usted. Me enfadé porque no sólo no atendían sino que distraían a los demás.
Salí de allí echa polvo. El jueves siguiente empecé la catequesis pidiendoles perdón por mi enfado...
se quedaron desconcertados,
avergonzados y cambiaron de actitud. Me dí cuenta que sintieron vergüenza de que les pidiera perdón, eso les removió.
A mi me vino muy bien hacer una cura de humildad.

Anónimo dijo...

Yo esta semana he tenido que echar a varios alumnos (de 14-15 años) de clase por no parar de hablar e interrumpir las explicaciones.
En uno de los grupos tuve que retirar el examen a dos alumnos que estaban hablando descaradamente mientras lo realizaban. Uno estaba completamente girado mirando al de detrás.
Me pasó lo mismo que a Don Enrique. Solté un berrido que me quedé sorprendido hasta yo mismo (no recordaba haber usado ese tono de voz nunca). Noté un acceso de ira repentina nada cómodo y sentí cómo se inflamaban por momentos mis mejillas. Pero, efectivamente, se hizo un silencio sepulcral.
Como profesor novato (llevo un par de meses en enseñanza secundaria) no salgo de mi asombro con la actitud del alumnado de hoy en día. Recuerdo que nosotros éramos revoltosos (normal en adolescentes), pero no teníamos esa falta de respeto al profesorado. Algún alumno ha llegado a soltar algún taco en clase. Otros silban e incluso cantan. Y eso que se trata de un colegio de curas.
Lo dicho, que no salgo de mi asombro.

pepito dijo...

Usted era más joven cuando empezó, pero no menos humano.

Yo en el taxi, cada día me esfuerzo en no gritar a los conductores, no bracear, evitar incluso pensamientos que afeen mi cara con el tiempo, pero aunque esa obsesión (la de la paciencia) me funciona la mayor parte del tiempo. Siempre en alguna ocasión...Salto.

No quiero dar consejos a quien es el maestro de tanta gente.


Un abrazo.

Isa dijo...

No se preocupes don Enrique, hizo lo que tenía que hacer, de vez en cuando un buen grito sienta pero que muy muy bien.
Esos niños ya no volverán a molestarle...(o eso espero...)

lolo dijo...

Me encanta que le sacaran de sus casillas; ahí hay fuerza, Don Enrique.
Como en sus años mozos.
No es consuelo, de verdad; a veces hay que pegar un grito.
Y no pasa nada.

Anónimo dijo...

Pruebe con lo que dice la catequista nobel. También puede ayudar que les haga preguntas, tupo "¿qué es la Misa?" "O sea que Dios no se hace presente porque el Cuerpo de Jesús sabe a pan"...
Cosas que les haga pensar. Así ellos podrán demostrar a los demás cuánto saben (o ignoran), se sentirán con fuerzas de participar.
Suerte la próxima vez.

Pierre Nodoyuna dijo...

Consuelo!!!!!???? Una buena bronca es lo que se merece. Los echó a los tres juntos?????!!!!! Un regalo es lo que les hizo, un premio por hablar en clase y por faltarle al respeto. Ya sabe lo que van a hacer el próximo día, no? LO MISMO!

Lucía dijo...

Es un mérito que en 20 ó 30 años no lo haya hecho más, y no es por hacer la pelota, pero hay que tener tantas artimañas para poder decir y hacer con adolescentes y no "perder los papeles"...

Inés dijo...

Cuesta,cuesta reconocer que los chavales nos han sacado de quicio pero...ya sabe que el lunes vuelta a empezar y a probarse a usted mismo que puede, que se puede hacer de otra maner.¡Mucho ánimo!

Anónimo dijo...

Le comprendo perfectamente porque me pasa... casi todos los días. Yo tampoco nunca he gritado al modo de Tarzán y a lo bestia y a veces me sorprendo haciéndolo en clases de Filosofía a chicos y chicas de 16 ó 19 años... y sintiéndome muy mal. Y le entiendo también porque después el clima y la explicación del impertativo categórico no son lo mismo. Todo se ha ido al traste. No consuela ni compensa nada salvo... otros momentos. Un abrazo en la desonsolación más profunda.

GAZTELU dijo...

Yo no pienso consolarle D.Enrique,
me encanta comprobar la humanidad de los curas,de todas formas estamos en primavera y ya sabe la sangre altera.
No se deprima,esto es un acto de destemplanza en el que caemos las madres todos los dias de nuestra vida que ademas suele ir unido a un guantazo...
GRACIAS

Clara dijo...

Bueno, podría haber hecho, como hizo un profesor mío en la universidad hace 20 años... Una clase de 300 alumnos, el prpfe había llegado hacía cinco minutos y no callábamos. de repente se oye un estruendo... Era el profesor, que había cogido su enorme mesa y la había volcado, tirándola abajo del estrado. Silencio sepulcral. Y, como si nada, y con la mesa en el suelo, dijo: Bueno, ahora empezamos la clase. Buen golpe de efecto. Ese día, se incrementó mi aprecio por el profesor, no sé la razón, pero así fue.

Clara dijo...

totalmente de acuerdo con Gaztelu. Yo me deprimo muchos días viendo lo mala educadora que soy con mis hijos. Me descubro chillando como una verdulera, desarbolado mi equilibrio y presunta autoridad natural. Luego me digo, ¡así es la vida! Pido perdón si me he pasado, y a seguir.

Jesús Sanz Rioja dijo...

¿De qué me suena?

Anónimo dijo...

Si; les grita el cura, el profesor, la madre, la chica y la tia como es mi caso y luego les pedimos que no pongan los cascos tan altos..
De todas formas, creo que al llamarle "tio" debería de haber dicho eso de... "tu, a mi, así... no me hablas". Yo lo empleo mucho y me da resultado. Lo digo despacio y bajito, como en plan mafioso y se quedan desconcertados.
Trabajando en una tienda de ropa, me encontraba sola y apareció un chico con malos modos pidiendo dinero. Le dije que no con un poco de miedo porque estaba sola y la caja delante. Me soltó un grito de ¡Que me des dinero¡ No sé como ni porqué me salió un grito de ¡No tengo¡ me quedé temblando por las consecuencias y de mi reacción. Se rió y se fué. Hoy le veo por la calle incordiando a varios y jamás me pide nada. Curioso.

Verónica dijo...

No, D. Enrique, si a la que le consuela es a mí. No soy profesora, sino madre de familia, y muchas veces me arrepiento de haber gritado más de la cuenta. >A veces, de todas formas, no viene mal.

Hadasita dijo...

Le entiendo perfectamente. Es más: le acompaño en el sentimiento...

Mago dijo...

Estimado don Enrique:

Trabajé en secundaria nada más dos años. El primero para mí fue el mismo purgatorio, rozando el infierno; y el segundo, me rogó la directora de secundaria que tomara otro grupo para no quedarme con una mala experiencia. Ásí lo hice y me fue mejor.
Cuando me muera sé que si Dios me pide pasar un rato al purgatorio le voy a recordar ese trabajito en secundaria y me dirá: ¡Hija mía tienes razón, pasa al cielo directo!!!

Mago dijo...

Así que tranquilo don Enrique; un grito en el purgatorio es cosa de nada.
Busque técnicas para llamar la atención de estos chavales para que no lleguen a desquiciarlo. Mate una mosca, cuente alguna anécdota, tire el escritorio como dice Paloma, pregúnteles como le hace usted para utilizar tal o cual aparatejo actual (movil, ordenador) y los tendrá a todos muy atentos.
Hay una DVD de la editorial Casals que se llama "La Misa" para adolescentes extraordinario. En la actualidad hay que transmitir la fe en el lenguaje que manejan los adolescentes (imágen, video, ordenador, etc...)
Hay una página web que también tiene muchas técnicas para transmitir la Misa y otros temas de religión de forma didáctica.
http://www.erain.es/departamentos/Religion/index.htm
Ánimo don Enrique usted no se nos puede deprimir.

nico dijo...

Ya sólo le falta ponerles una buena nota, para acabar de avergonzarles.

Anónimo dijo...

La gráfica es muy buena, D. Enrique!

Anónimo dijo...

¿Lo de tirarles las tizas y el borrador ya no hace efecto? Igual tiene que volver a los viejos tiempos

nico dijo...

Siga mi consejo y póngales a esos tres chavales una nota excelente, ejemplar e inmerecida. Así toda la vida se acordarán de su bondad y no de su genio.

Anónimo dijo...

Esta situación me resulta muy conocida y vivida innumerables veces cada vez que venia el mossén a mi clase del colegio. La verdad es que no caes en la cuenta de que es un sacerdote por el hecho de que te viene a dar una clase y porque no está en el oratorio jajaja

Pero ahora que lo pienso el pobre hombre no esta a costumbrado a dar clase a las 8.00 am y que no sean tres sino trenta los que esten dormidos.

No se preocupe, más adelante se arrepentirán y a usted le ha servido de límite para saber cuan alto puede gritar

XD

*

Anónimo dijo...

tener en cuenta que no todos conocen límites