Ayer hizo calor en Madrid y, según los augures, hoy pasaremos de los 30 grados. El anticiclón empezará a reblandecer el asfalto. Ya se sabe: la primavera en esta tierra dura unos veinte minutos, y cuando menos se espera, nos encontramos inmersos en un verano inmisericorde.
Como todos los martes, pasé el día entero fuera de casa predicando y confesando. Al mediodía hice una pausa con mi sobrino David y una hora después volví al tajo caminando muy despacio, recreándome con el panorama del barrio.
Hay varios mendigos nuevos. Está, por supuesto, María, una rumana que lleva por aquí desde que era muy pequeña. También veo a Juanito a lo lejos y a Jorge; pero hay dos o tres recién llegados. Se ve enseguida que acaban de empezar en este lamentable oficio. Son los mendigos del paro.
Es fácil distinguirlos de los demás. Son casi siempre hombres de mediana edad, bien afeitados y correctamente vestidos. Suelen quedarse muy quietos, como estatuas, en cualquier esquina de cualquier calle. A veces llevan algo en la mano: un pequeño recipiente o un canastillo, pero no saben qué hacer con él ni cómo pedir. No ven a nadie. Tienen la mirada perdida a lo lejos.
Me acerco a uno que se ha pegado literalmente a la pared de un gran edificio en plena calle Velázquez, como si quisiera confundirse con las molduras de la fachada. A sus pies hay una especie de bandeja con un paño blanco y un letrero: “una ayuda, por favor”. Me dice que tiene cincuenta y dos años, que lleva diez meses en el paro y no recibe el menor subsidio. Le doy un euro y le pregunto si quiere acompañarme a tomar algo. Sí, le apetece una caña, ¿y a quién no?
A las 9 de la noche compruebo que no está. Habrá vuelto a casa con su mujer y su hija, que estudia “para secretaria”.
Ojalá no regrese mañana.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
miércoles, 6 de mayo de 2009
Los mendigos del paro
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
6 comentarios:
Estas situaciones que usted describe magistralmente me envenenan el alma.
Hoy pasare el dia con nuesta Madre en Molinoviejo,todos ellos iran dentro de mis intenciones y usted tambien por supuesto.
GRACIAS
Son historias conmovedoras.
Rezare por ellos y por toda la familia de este bolg
Don Enrique, me conmueve el gran corazón que tiene que hace que le dedique tiempo a todo el mundo que sabe que necesita una ayuda. También me sorprende su capacidad de observación, de recrearse en su día a día y de mirar más allá de las personas.
Por cierto, me ha recordado lo que ha descrito usted a un mendigo nuevo que hay en mi parroquia: bien peinado, bien vestido y con poca costumbre de pedir...empezaré a rezar por él.
¿también a los mendigos les pedirá el Alcalde que sonrían? ¿o les dirán que se quiten de "la foto" ?¡Viva la sociedad de la apariencia! Todo esto por supuesto, es un exabrupto,pero es que muchos políticos en cuanto llegan a un puesto dejan de vivir en la realidad.
"San Judas Tadeo, intercesor en todo problema difícil, consígueme un trabajo en que me realice como humano, y que a mi familia no falte lo suficiente en ningún aspecto de la vida. Que lo conserve a pesar de las circunstancias y personas adversas. Que en él progrese, mejorando siempre mi calidad y gozando de salud y fuerzas. Y que día a día trate de ser útil a cuantos me rodean. Asocio tu intercesión a la Sagrada Familia, de la cual eres pariente y prometo difundir tu Devoción como expresión de mi gratitud a tus favores. Amén."
Tremendo...
Pero hoy estoy contenta ; una mujer que ha tenido que pedir este invierno, por primera vez en su vida, a las puertas de una iglesia ha encontrado trabajo y está como loca.¡Nos hemos alegrado juntas!
Publicar un comentario