¿Cómo se explica?
No creo, querido profesor, que haya un creciente aprecio de la vida animal y un desprecio también creciente a la vida humana. En mi opinión, aprecios y desprecios se reparten por igual en este asunto. Hay ancianas que aman a sus gatitos, sí; les besan el hociquito y los llaman mi pichurrín, pero también los esterilizan sin pedir su consentimiento y permiten que los “eutanasien” cuando llega el momento de quitárselos de encima.
Por otra parte, no puede negarse que el aprecio a la vida humana ha aumentado en algunos casos. Por ejemplo, a los bebés del siglo XXI se les mima, se les llena de juguetes y se les besuquea más que nunca, casi casi como si fueran animalitos domésticos.
El quid de la cuestión está en que esta Europa nuestra, laica, hedonista y desnortada, empieza a no distinguir entre niños y mascotas, entre humanos y bestias. Es lógico: romper con la filosofía griega, con el viejo derecho Romano y con las propias raíces cristianas tiene malas consecuencias: si el espíritu no existe, si el alma humana inmortal es sólo un sueño del platonismo; si el hombre no tiene una dimensión trascendente a la materia, ¿dónde haremos radicar su dignidad?
La respuesta que uno oye a todas horas en las cátedras de lo políticamente correcto es ésta: en los sentimientos.
¿El perrito tiene sentimientos? Pues entonces es titular de derechos. ¿La foquita se conmueve cuando la acariciamos? Hagamos un estatuto de la dignidad focal. ¿El gran simio tiene una mirada dulce y sabe utilizar el garrote como los mozos de mi pueblo…? ¡Viva el gran simio!
Por la misma razón, un bebé que sonríe cuando le rascamos la barriguita y se parece a su papá biológico y produce nobles sentimientos de ternura, será sujeto de todos los derechos habidos y por haber; que nadie le dé un cachete, que lo encarcelo. Pero si aún no tiene sentimientos porque está en el vientre de su madre, lo llamamos feto y santas pascuas. Y si el viejito ha dejado de ser un entrañable abuelete y se ha convertido en un amasijo de huesos conectado a una máquina, lo tratamos como a una mascota rota. Y al hoyo.
—Yo no como nada que tenga cara, dijo una quinceañera a su madre hace muchos años al ver en la fuente el patético espectáculo de gran una pescadilla que se mordía la cola.
Seguramente lo había leído en algún sitio, pero a su madre le impresionó tanto, que, desde entonces, cambió el régimen de comidas de su casa. ¡Cómo podemos devorar a un ser que tuvo sentimientos como nosotros!
Concluyo: lo que cuenta Alejandro Navas en su artículo de ayer sobre el trato que dan en Suiza a los animales no me extraña lo más mínimo. Sólo me pregunto qué ocurrirá cuando se demuestre que también los tomates, las lechugas y los pimientos de padrón tienen sentimientos.
Yo hace años cultivé una sandía en Valencia. La mimé tanto que incluso le cantaba nanas para dormir. Estoy seguro que fue un amor correspondido.
Cuando maduró no pude comérmela.
11 comentarios:
La campaña en favor de la vida, me parecía ridícula, con videos voz en off de niñitos, con un slogan de un corazoncito sonriente, con manifestaciones llenas de cochecitos y jóvenes... creía que la defensa de la vida, requería una postura mucho más radical y adulta. Veo con su comentario que si todo depende de los sentimientos, se hace lo correcto. Gracias. Paula.
Qué tierna su sandía, seguro que le correspondió con su cariño.
¿Qué nos está pasando? no sé ya qué pensar, ¿quién rige nuestros países? ¿tienen cerebro o algo en su lugar? ¿y el sentido común? ¿lo perdieron cuando fueron fetos o es que no fueron fetos porque ahora ellos son humanos? ¿o fueron en el vientre de su mandre cerdos y al nacer se convirtieron en humanos y por eso les falta un cable?
Ya me estoy volviendo loca...
Cuando se renuncia a la razón hay que sustituirla por algo...
Desde mi punto de vista, si se obvia la dimensión espiritual de la persona...todo se reduce a lo afectivo, lo racional y lo material...eliminando, por tanto, cualquier atisbo de trascendencia.
Si el hombre renuncia a lo que es en realidad y a lo que da sentido a su existencia...efectivamente, cualquier animalillo, podría ser mejor...incluso tener una vida más digna.
Un saludo
Y hoy me ha hecho pensar a mí también..... La dignidad de una persona no está en lo que me hace sentir a mí o a media humanidad, si no en sí misma, aunque sea la única persona del mundo.
Me parece que lo que se está imponiendo no es que los animales o las plantas tengan sentimientos (yo creo que lo que tienen son órganos de los sentidos, que es diferente) sino que produzcan sentimientos placenteros en los que los "usan" y a lo sumo de compasión.Pero lo que no se soporta es que haya personas, animales o cosas que produzcan sufrimiento.Por eso los animales estarán perfectamente entrenados para no molestar y si lo hacen se les " da el pasaporte". Como las personas son libres y aunque nos empeñemos en otra cosa en algún momento nos hacen sufrir, pues si lo hacen hay que quitarlas de enmedio mediante la separación física o mandándolas al otro barrio.
Creo que estamos en la era del utilitarismo placentero.
Ante la cuestión de ¿dónde haremos radicar la dignidad? la respuesta, pienso, que, después de la Ilustración del XVIII, es en la razón, en la autonmía absoluta de la razón de Descartes y de Hegel.
Y surgen dos problemas:
1) No existen derechos naturales -a la vida, etc.- sino que la razón crea esos derechos, e igual que nos damos una constitución nos damos todos los derechos.
2) Los derechos de los animales surgen por extensión y generosidad humana.
En cuanto a los sentimientos, sí vivimos en un senimentalismo patológico: sentirse bien en lo máximo, pero hay sentimientos inteligentes (p. ej.,el amor) y sentimientos estúpidos (la envida, el rencor...) ¿Y cómo sabe que la sandía no alberga hacia usted sentimientos malévolos porque odiaba esas nanas que le causaban pesadillas?
¡Para fiarse de las sandías y de las manzanas! (Recuerde al pobre Newton)
(Hay una falta de Ortografia porque se le fue la mano en le teclado: Suiza)
No me esperaba una razón así: los sentimientos. Puede ser, déjeme pensarlo. Después de todo, es penoso.
Primero, la razón engañosa del idealismo, luego el materialismo y ahora el sentimentalismo unidos al desprecio de la vida humana y a la negación del espíritu, volveremos a la prehistoria.
Jejejeje desde luego, nuestro tiempo se caracteriza por el Zeitgeist más moñas.
De acuerdo con todo. Pero quiero hacer una reflexión. Soy profesora de secundaria, trato con niños-adolescentes el día entero, y cuando salgo del trabajo y llego a casa ahí está esperándome mi Tesa, una perrita mestiza adorable. Cuando entro en un aula suelo escuchar un "jo, ¿ya estás aquí?". Cuando entro en casa, ese bichito peludo mueve el rabito a velocidades inimitables, salta, y cuando llega a mí se me come a lametazos. A veces las personas encontramos más compañía, cariño y... ¿humanidad? en los animales que en los niños. Habrá que estudiar por qué.
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