sábado, 23 de mayo de 2009

El solista


Tenía ganas de venir a “El Soto” antes de que se me escapara la primavera, y aquí estoy, en plena Sierra, a solas con centenares de pájaros que entran y salen del pequeño jardín en el que me refugio. También predico un retiro a mujeres, pero es sólo la excusa para escaparme de Madrid. Como además tengo que escribir diez o doce folios, está plenamente justificada mi huida.

La noche del jueves comenzó lírica y terminó épica. Resulta que a dos metros de mi habitación se puso a cantar un ruiseñor. Yo me sentí la mar de contento: abrí la ventana de par en par y me dispuse a dormir arrullado por la nana pajaril.

Los ruiseñores europeos son pájaros tímidos y escondidizos, poco amigos de dar la cara. Anidan en zonas húmedas, entre zarzas o setos, casi a la altura del suelo, y aunque su aspecto es vulgar, cantan mejor que ninguna otra ave, con una voz poderosa que se oye a gran distancia y con cierta capacidad de improvisación que los distingue.

Los ruiseñores nunca cantan en coro. Son los mejores solistas, los auténticos divos de la avifauna. Por eso y, para que todo el mundo los oiga, se han reservado las noches de mayo.

Como digo, yo estaba contento y, mientras esperaba que me llegase el sueño, me puse a pensar dónde tendría su nido el bendito ruiseñor. Media hora después el pájaro seguía cantando. Me dije que debería darle un nombre, y lo bauticé mentalmente como Luciano, como homenaje a Pavarotti.

A las 12, 30 el ruiseñor estaba en plena aria, y yo despierto como una lechuza. A la 1,15, un pequeño mochuelo, comenzó su rítmico reclamo: una nota aguda cada cinco segundos. La noche estaba estrellada y yo negro pensando que tenía que predicar por la mañana a primera hora.

A las 3 de la madrugada entré en un agitado duermevela. Soñé que estrangulaba a un ruiseñor gigante y me lo comía en escabeche mientras él cantaba y cantaba.

El despertador sonó a las 6 y media. Comenzaba a clarear y a mí me dolía el cuello (el mío, no el del ruiseñor). En el jardín aparecieron las primeras tórtolas, los rabilargos, y docenas de pájaros de todas las especies. Cuando la oropéndola emitió su inconfundible maullido, Luciano dio por terminado el concierto y no volvió a abrir el pico en todo el día.

Esta mañana he descubierto el nido. Lo he enfocado con los prismáticos pero no me he acercado mucho: la “ruiseñora” está en plena incubación y hay que respetarla.

De todas formas, querido Luciano, sé dónde vives. Así que tú verás cómo te portas esta noche.

5 comentarios:

Mariano C dijo...

¿Eso es una amenaza al ruiseñor, Don Enrique?
Aguante un poquito porque en algún momento tendrá que predicar alguna meditación sobre las mortificaciones (Pasivas), contrariedades, etc.
Ya volverá a Madrid y podrá dormir bien.
Tenga un poquito de paciencia y disfrute de El Soto

Heteroayuda dijo...

Además, pobres escolopendras... si sólo cantan...

paloma dijo...

Don Enrique, gracias a usted he aprendido a apreciar el canto de las aves que escucho principalmente al amanecer en el DF, parece mentira que aún con tanta contaminación, sus trinos no cesen.

No sé distinguirlos, hay trinos muy variados, pero es un hecho que te alegra y te mueve a comenzar el día con optimismo.

En casa he puesto un bebedero para colibries, y es un deleite ver como llegan por la preciada miel, llegan en parejitas y si algún intruso se acerca, arman un gran revuelo.

Un cordial saludo desde México.

Isa dijo...

Jajajaja...y eso que a usted le encantan los pájaros...si no ya habría salido con una escopeta de perdigones para deshacerse un poco de ellos...
Mira que a veces se ponen pesadicos...

Anónimo dijo...

ese mochuelo no sería un autillo...