lunes, 2 de agosto de 2010

Las virtudes en el mercado

Me dice Rosa que no entiende eso de que los valores morales suben o bajan según las épocas. Sospecha mi buena lectora que me he hecho relativista. Al contrario: he aquí lo que escribí hace quince años.
Los valores éticos se parecen a los bursátiles en que su cotización sube o baja en el mercado, sin que se sepa muy bien por qué.

Es evidente que la sinceridad se cotiza al alza en los últimos tiempos: es un valor sólido y rentable; lo cual no significa que ahora seamos más sinceros, sino sólo que nos gusta presumir de serlo, aun mintiendo.

Pero hay otras virtudes que también se cotizan espléndidamente: la tolerancia, sobre la cual hemos oído montones de manifiestos y sesudas conferencias; la autenticidad, virtud un tanto confusa, que mi ignorancia no sabría definir con precisión; la solidaridad, que es como una caridad devaluada y laica muy útil para mítines y manifiestos políticos, etc.

Insisto en que el evidente prestigio de estos valores no garantiza que seamos más solidarios, tolerantes o auténticos. Al contrario, me temo que el egoísmo sigue extendiéndose como una de las epidemias más significativas del siglo; que el cerrilismo intolerante campa sin freno en muchos ámbitos de la vida, como en la política o el deporte, y que bastantes de los que presumen de auténticos, resultan más falsos que un peluquín amarillo. De cada una de estas virtudes valdría la pena hablar más despacio.
Hubo un tiempo en que la valentía se cotizaba estupendamente. Los años en que todos fuimos Gary Cooper, siempre solos ante el peligro, mientras ellas eran Kim Novac a punto de ser rescatadas de los sioux. Luego —quién sabe si la culpa fue del cinemascope— un vuelco en la bolsa hizo subir como la espuma a la cobardía. Los intelectuales empezaron a presumir de sus canguelos y de su mezquindad. Y de John Wayne pasamos, directamente y sin anestesia, a Woody Allen. El hecho es que el siglo veinte se nos volvió cobarde, insumiso y espantadizo. Tal vez en la segunda mitad del siglo veintiuno las cosas cambien.

Lo mismo ocurre con la fidelidad. Ni que decir tiene que en todas las épocas ha habido mayordomos desleales, maridos en fuga y judas a sueldo; pero nadie osaba justificar intelectualmente la traición. La palabra dada era, al menos en teoría, sagrada. Desde los gansters de Chicago hasta las venerables familias de la mafia palermitana, todas las gentes-bien de Occidente apelaban a la lealtad como fundamento de lo bueno y de lo malo.

Pues bien, también esta virtud se fue devaluando con la crisis, y empezaron a surgir valores nuevos, que en poco tiempo entraron triunfales por la puerta grande de los salones más ilustrados. La ya prestigiosa autenticidad (¡oh, camaleóntica y sutil palabreja!) sirvió para justificar cualquier cambio de chaqueta, de camisa o de ropa interior.

—Pepe, al fin me siento realizada. Es doloroso, pero debo ser auténtica… Lo nuestro ha terminado, sentenció Vanessa.

Sus amigos no se lo recriminaron. Comprendieron sin dificultad que para realizarse como mujer y para encontrarse a sí misma era mucho más confortable el Ferrari testarossa de Víctor José.

Que nadie se entristezca. Igual que he dicho antes que las virtudes, no por más cotizadas se viven mejor, del mismo modo la caída en la bolsa de un valor moral no basta para desprestigiarla por completo. Aún sigue habiendo personas fieles que saben dar la vida por sus amigos. Y todavía se alaba la alta fidelidad de la FM y de los discos compactos, y también a la de esos perrillos que permanecen ante la tumba de sus amos y, a veces, mueren con ellos.

Ya lo dice el diccionario de la Real Academia en su última edición. Lealtad: 2. Amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales domésticos, como el perro y el caballo.

—Le veo pesimista. Y tampoco están las cosas tan mal… Fíjese, ahora se está poniendo de moda hasta la castidad. ¡Incluso en América…!, me asegura doña Eulalia con un esperanzado suspiro.

—No, si yo pesimista no soy. Pero es un triste síntoma que dependamos tanto de la moda e incluso que tengamos que cambiar nuestro vocabulario cada diez años para no ofender a determinados oídos.

Hace tiempo me invitaron a dar una charla a universitarios. Les dije que hablaría de fraternidad.

—Si no le importa —me respondieron— pondremos compañerismo. Eso de “la fraternidad” vende poco: suena a cura.

Hablé de fraternidad y de la revolución francesa, a pesar de los pesares.

Con Rafa me ocurrió algo semejante. Me esperaba en mi despacho, y se entretenía mirando los libros de la estantería.

—La virtud de la Pureza —leyó en el momento en que yo entraba—. ¿A qué se refiere este libro…? A la contaminación y esas cosas, ¿no? ¡Cómo se nota que es usted ecologista!

Se lo presté. Todavía no me lo ha devuelto.

17 comentarios:

La Dama Zahorí dijo...

Es cierto que los valores suben o bajan según las épocas; hay incluso épocas de bonanza (Ilustración) y de crisis (Barroco, Romanticismo...) Yo me identifico más con las de crisis, y ahora nos encontramos en una de dimensiones considerables. Lo bueno de las crisis es que son como las tormentas: arrasan con todo, pero al terminar, todo queda más claro y limpio que antes. Espero vivir para presenciar esa depuración en nuestros modos y costumbres.

Pienso en lo que dice sobre la "autenticidad". Recuerdo que una buena amiga, en la facultad, siempre me decía: "tú eres auténtica", ¿querría decir que me cambiaba de ropa a menudo? No sé... pienso que ella se refería a que cuando yo hacía el ridículo (al menos una vez por semana) no parecía importarme (aunque por dentro sí me importara), en fin, que eso de la autenticidad es muy relativo, porque depende de quien te juzgue.

Un saludo y disculpe por las divagaciones.

filósofo dijo...

D.Enrique,

Comentando el final: "menudo disparate prestar un libro". Sólo no es un disparate si en el momento de "prestarlo" uno asume que no se lo devolverán. Debería haber un delito tipificado como "rapto cultural" cuando alguien no devuelve un libro prestado.

Un saludo

DAVID DIAZ CRIADO dijo...

pues yo propongo tres virtudes en el juego de la bolsa para este año:
bondad, humildad y sencillez... ¿cuantas acciones me comprais?

Lupe dijo...

David, ¡antes muerta que sencilla!

Papathoma dijo...

Este globo esta muy filosofico ultimamente!!! ¿Antes muerta que sencilla? No se, ultimamente me he contagiado y, en mi afan de descubrir que quiere Dios que haga, he llegado a la conclusion de que las cosas de Dios son ¡tan simples! pues si, apuesto por la simplicidad -que no simpleza- del modo que tiene Dios de hacer las cosas. Que paz cuando se entiende esto...y cuantos dolores de cabeza me ahorro.

Pierre Nodoyuna dijo...

Humildad y sencillez me sobran, pero en bondad voy a tener que invertir bastante.

MARTINA dijo...

Bueno, hay ser ser como lo recomienda CARLOS SLIM , uno de los hombres más ricos del mundo que recomienda comprar cuando todos venden, pues seguir la corriente hace perder oportunidades de negocios

Bernardo dijo...

Ningún otro mercado cuenta con un Fondo Monetario infinito.

Anónimo dijo...

Creo que la obediencia es la virtud más importante; sólo a través de ella se llega a las demás y claro, hoy en día se ve como un atentado a la libertad.... AC

La Dama Zahorí dijo...

Anónimo, explíqueme eso de la obediencia, por favor.
Gracias.

Vila dijo...

Creo que la humildad también es bien importante.En realidad no me siento con derecho a opinar, todas hay que intentar practicarlas y como deja ver Bernardo: menos mal que la misericordia de Dios es infinita.

Miriam dijo...

Compro humildad
De esa que te permite acurrucarte en los brazos de Dios en vez de enfadarte con Él y pedirle "explicaciones".
Genial entrada¡¡¡

yomisma dijo...

Pero la más importante no era la caridad? Bueno, eso decía San Pablo....

Anónimo dijo...

Laurita, "yo creo" que la obediencia a tus principios; el que mantiene una coherencia de vida hacia sí mismo y hacia los demás, practica todas las virtudes. AC

Anónimo dijo...

Acabo de leer esto en su libro "Pensar por libre". (muy recomendable)

Anónimo dijo...

Pues para recomendaciones de libros del globero mayor, sin lugar a dudas es fantástico "El Belen que puso Dios". Para que en cualquier época del año des un "vuelco interior" de primera categoría. A mi me ha dejado fuera de juego y me ha hecho replantearme muchas muchas cosas. Todavía lo estoy asimilando pero ya he empezado a aplicar nuevas medidas....

La Dama Zahorí dijo...

Gracias, Anónimo, estoy totalmente de acuerdo contigo.