Aquí, en Molinoviejo, recibo un inesperado e-mail desde el lugar más recóndito de la Galicia interior. Diego (casi se llama así) dice que tiene muchas ganas de volver a Madrid para empezar Empresariales, pero que le encantan estas vacaciones en el pueblo que ha organizado este año la familia. Habla con singular entusiasmo de las tres vacas de su abuela, de las gallinas y de un pato al que llama Aristóteles. Exulta con el relato de sus aventuras en el río y con las carreras de burros, en las que ha quedado tercero, o sea el último. "¡Una pasada! Le juro que, si pudiera, me quedaba”. Luego explica que “el cura es wifi” y gracias a él puede conectar el portátil y entrar en Internet.
“Le dejo que escriba algo en el en el blog —concluye—. Diga que pasar un mes en el pueblo tampoco está tan mal. Aquí todo es diferente. Hay una chica que me gusta. Tiene 17 años, es muy cortada y siempre habla gallego, pero yo creo que es para defenderse de mí, que sigo siendo un poco ligón. Claro que el cura me dice que yo serviría más para el Seminario, porque él es ya viejo y alguien le tiene que sustituir. Yo le digo que sí, que espere sentado. Pero es guay…”
Lo siento, Diego; no sé si querías que publicara también lo de la chica y el seminario. Supongo que no te importa.
No me llaméis "blog". Soy un globo que vuela a su aire, se renueva cada día y admite toda clase de pasajeros con tal que sean respetuosos y educados, y cuiden la ortografía. Me pilota desde hace algunos años un cura que trata de escribir con sentido sobrenatural, con sentido común y a veces con sentido del humor.
martes, 10 de agosto de 2010
Vacaciones de pueblo
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6 comentarios:
En buen lío se ha metido el tal Diego... Yo al menos empiezo desde ahora a encomendar su vocación. Ligones hay muchos, pero curas jóvenes, entregados y tan entusiastas como él, nos hacen mucha falta.
Van por Diego estas mañanas de "sauna" que estamos pasando desde que volvió de vacaciones nuestra compañera friolera.Prometo no volver a decirle -al menos hoy- que se ponga una chaqueta y no cierre todo a cal y canto, que los demás nos asfixiamos...
Pues me ha recordado a la película de "La última cima" donde un cura joven y rokero, amigo de Pablo, también confesaba haber hecho esa afirmación años antes...
Y dándo un giro al tema, soy lo que se dice una chica de ciudad, sin pueblo de padres o abuelos. Cuando escucho historias sobre los pueblos siempre pienso que algo entrañable me he perdido; ahora bien, también soy consciente de todo lo bueno que he recibido por lo que dar "Gracias".
En cualquier caso siempre aprovecho las vacaciones para enseñar a mis hijos los distintos animales que pastan en estos maravillosos montes cántabros y que por lo menos sepan que la leche no viene del tetra brik.
Vacaciones de pueblo, eternos meses de agosto con tiempo para todos, guisos de la abuela y el mundo andando a otro ritmo, entre los cascabeles de las cabras y los toques del campanario...
Ventitantos primos arremolinados junto a algún tío rumboso que viene dando la paga o atentos a una historia del abuelo, cortada por la abuela que le riñe por no haber tomado la medicina...
Tres semanas con un nudo en la garganta cuando te cruzas con ella y cuando por fin te enfrentas al mundo dispuesto a hablarle ella te dice "es que me vuelvo ya esta tarde..."
Mejor paro que no es cuestión de dar un espectáculo llorando aquí a moco tendido.
Precisamente hace un rato me aguantaba yo el llanto recordando estas cosas.
Para nosotros ya no tiene remedio y es un error pretender volver a nuestra infancia. Pero estamos a tiempo de intentar que nuestros hijos tengan aquellas infancias felices, aquellas vacaciones de verdad, entre primos y abuelos, con la libertad del pueblo.
Todavía recuerdo el sofocón de mi madre cuando descubrió que con 7 u 8 años había cogido la puerta y me había ido andando solo por Sevilla. Ante su bronca, yo sólo sabía contestar "pues en el pueblo lo hacía y no pasaba nada".
La vocación al sacerdocio es un grandísimo regalo. Confieso que veces rezo para que Dios se la de a algún niño bueno que conozco pero lo mantengo en secreto porque creo que la decisión de seguir a una vocación tan Grande debe ser liberrima!
Uno siempre recuerda las vacaciones de su infancia con cariño y nostalgia, sean donde hayan sido. La infancia y la adolescencia son épocas mágicas, cortas desde los años en que las recordamos y larguíííííísimas mientras las vivimos. Nuestros hijos también tendrán recuerdos mágicos con o sin lágrimas de sus veraneoas, aunque sean en casa. A veces el querer "crear" memorias sólo sirve para destrozar amistades y proyectos.
"Lo siento, Diego; no sé si querías que publicara también lo de la chica y el seminario. Supongo que no te importa ... "
Si agrega al final " cualquier semejanza con la vida real es pura coincidencia " ... salva la " situación " de Diego , pues a los 18 años que supongo que debe tener, cualquier asomo que evidencie frente a terceros lo que siente, creo que lo avergonzará.
Al menos así me habría parecido si yo hubiera tenido hoy 18 años
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