jueves, 20 de octubre de 2011

En la garita

Aquí fue

Cuando entro en el confesonario y sé que voy a permanecer allí tres o cuatro horas, procuro organizar convenientemente mi entorno más próximo: no viene mal un vaso de agua o un botellín para refrescarme los labios de vez en cuando; el libro de la liturgia de las horas, otro de lectura espiritual y el IPad, que sustituye con ventaja al boli y al bloc de notas.

En el IPad escribo homilías, meditaciones, posts para el blog o ideas más o menos tontas que quizá me sirvan para el futuro.

Ése fue el plan de ayer por la tarde. Gracias a Dios no pude escribir demasiado, porque el goteo de penitentes fue constante; pero, como suele ocurrir, hubo un vacío de casi tres cuartos de hora, que aproveché para rezar y para preparar el curso de retiro que empiezo en Riaza esta misma noche.

Fue inútil. Mi cabeza no estaba para demasiadas reflexiones. En ese momento habría dado la mitad de mi reino por una almohada; pero no me pareció muy correcto echar una cabezada en el confesonario.

Me vino entonces a la memoria la imagen de un soldado, vestido con uniforme de gala, la cabeza emplumada, y enhiesto como el mástil de un velero, que hacía guardia frente a una garita, en la puerta del Palacio del Quirinal en Roma, sede de la presidencia de la República. Era el mes de octubre de 1964.

No puedo olvidar aquella fecha por varias razones; la más importante es que acompañé a San Josemaría Escrivá a hacer alguna gestión en el Vaticano y luego dimos un paseo por el centro de Roma.

San Josemaría me hizo notar que aquel soldado estaba allí, firme, inmóvil como una estatua, no porque hubiese que defender el palacio de ningún enemigo, sino sólo por sentido del deber.

―También nosotros ―añadió más o menos― algunas veces hemos de estar así delante de Dios cuando hacemos oración. No sentimos nada; pensamos que hacemos una comedia, pero tenemos un espectador divino. Y vale la pena perseverar firmes.

Iba a escribir este recuerdo en el IPad, cuando entró en mi garita una nueva penitente.




11 comentarios:

Relicary dijo...

Una buena reflexión. Hay días que estoy más inspirado y otros mucho menos, tanto en la oración como en el trabajo.

En uno nos puede pedir cuentas el jefe de turno, pero la otra usted lo ha dicho: un espectador. Él se alegra de que alguien esté ahí, tratando de hablar con Él o al menos visitándole.

¡Buenos días!

Luis y Mª Jesús dijo...

pregunto: ... Al estar Dios pendiente de lo que se nos mueve por dentro hace falta un plus que el soldado -al que solo se le pide presencia física- no tiene. no?

Carlos García dijo...

No sé si se ha dado cuenta, pero creo que debería pedir a los de Apple que le incluyan en nómina, porque les sale a cuenta tanta mención. Me alegro mucho de que esté tan online ... no es común.

Anónimo dijo...

Igual me pasa a mi en la oficina las dos tardes a la semana que tengo que "estar" hasta las seis. Eso también es oración don Enrique?

Cordelia dijo...

Ya ha llegado el otoño al blog! Me gusta.

Recuerdo que esta anécdota me la contó uno de los primeros días que fui a verle el invierno pasado. Me impresionó mucho entonces, y la he tenido presente muchas veces.

Anónimo dijo...

Así estoy yo ¡tantas veces!...me consuelan sus palabras.

Antuán dijo...

Pues si solsaditos somos: hay una vieja canción que me parece que dice así: "españolito que vienes al mundo te guarde Dios por una España que muere y otra España que despierta" me parece que es Serrat como siempre y me dicen que Eta entrega las armas y voy yo y me lo creo como SRET. Aunque a ese soldadito le intersa las batallas de cada dia que hay que lidiar dentro del corazon y con los que convive que es donde surgen roces paque vamos a engañarnos. Adiosle

Enrique Monasterio dijo...

Antuán, esta vez te has liado bien.

Miriam dijo...

Me gusta el nuevo fondo del blog
Me gustan las historia del blog. Nunca había pensado en lo que supone estar en el confesionario, rezando pero a la vez disponible para acoger a los penitentes. Con lo que me repatea a mi que me interrumpan cuando estoy haciendo algo o concentrada¡

Nico dijo...

Y no sólo el IPad, también debería tener el móvil aunque sea silenciado. Yo soy de la opinión de que una confesión bien hecha, vale lo mismo aunque sea con un sacerdote por teléfono. Repito, bien hecha.

GAZTELU dijo...

Como me gustaría ver su garita y todo su material de oficina!!!

Solo le queda el cenicero y el pitillín y no se extrañé que yo tuve un director que tenía ventana en el confesionario y lo hacía....ya sabias que cuando no respondía a tus contritas palabras estaba fumádose el canuto.
Por cierto, pedazo de cura!!!